Una pesadilla
Vivo en el centro de Madrid, en un piso de 50 metros cuadrados que comparto con mi hermana y con cuatro bombonas de gas.
Hace unos años, cumplimos uno de los sueños de nuestra vida y con gran esfuerzo económico instalamos la calefacción en casa. Seis radiadores y una caldera que harían las delicias de nuestros inviernos. Ahora, ese sueño se ha convertido en nuestra peor pesadilla, pues no podíamos imaginar que adquirir combustible fuera tan complicado como es.
Los pedidos de gas se hacen a través de un contestador automático, donde una voz anónima te garantiza que Repsol-Butano Codibsa atenderá tu demanda en 48 horas hábiles. Desgraciadamente, esto no es así y en muchas ocasiones nos hemos visto fines de semana sin combustible, heladas de frío y pensando en el pobre Walt Disney, eternamente congelado, como único consuelo.
Nuestro trabajo no nos permite estar en casa esperando el reparto, ni mucho menos pasear por los alrededores, cartera en mano, preguntando por los establecimientos de la zona si han visto el camión de reparto de Repsol-Butano Codibsa. Nuestra única solución es dejar las bombonas fuera de casa y el dinero debajo de la bombona, razón por la cual dependemos total y absolutamente de ese contestador automático para solicitar nuestros pedidos de gas.
Un teléfono de reclamaciones fue nuestra esperanza durante una temporada, pero esto tampoco terminó con el problema. Un día me dieron una solución hartos ya de mis protestas: 'Contraten ustedes dos bombonas más para evitar estos incidentes'. ¡Cómo voy a tener seis bombonas de butano en una casa de 50 metros cuadrados! Y me cuelga. ¿Es o no una pesadilla?
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