El profesor, ante el paisaje de la trivialización y de la LOU
La sociedad actual se caracteriza por el desarrollo económico envuelto en el triángulo de la politización (de casi todo), la presión mediática y la banalización (también de casi todo).
¿Cuál es el papel del profesor universitario, y por ende de la Universidad, en este contexto?
La primera tentación es situarse en el triángulo y hacer méritos en los pasillos (catedrático o profesor de gestión), especializarse en aspectos muy fragmentados del saber y contribuir a la formación profesional (con escasas connotaciones universitarias e intelectuales) de los alumnos que le tocan en suerte. Hay que gritar, una vez más, que no es lo mismo educación que entrenamiento. En muchas ocasiones, se enseñan muchas técnicas y no se enseña a pensar y a tener capacidad propia para hacer frente a nuevos problemas.
¿Hay alternativas? Puede ser. Los profesores podemos intentar ser independientes e intelectuales, interpretando los grandes problemas de la humanidad y generando nuevas ideas sobre la misma, y alejándonos (e invitando a alejarse) de la creciente trivialización de las cuestiones (incluyendo guerras y hambrunas televisadas que se ponen de moda por el efecto CNN). Resulta difícil situarse en esta línea, porque gran parte de la sociedad está amodorrada (¿panem et circenses?) por programas de televisión en los que prima la estulticia y la abyección generando un sector de actividad (o de no actividad, para ser más exactos) que es el de la economía de los que viven de la fama (donde, por cierto, ahí sí que hay endogamia). La industria de las exclusivas y de los que viven del cuento va apoderándose de la realidad social, y estas personas pueden convertirse en ¿escritores? ¿artistas? o en lo que quieran, porque automáticamente encuentran eco en los medios de comunicación. En contrapartida, la producción universitaria o se recluye en revistas especializadas, o se politiza (profesores que se convierten en políticos y automáticamente encuentran audiencia), o se banaliza.
Ortega y Gasset, con su prosa majestuosa y mordaz, señalaba lo siguiente: 'En el orden humano al menos, lo depravado, lo torpe o lo trivial son parásitos tenaces de la perfección. No se le dé vueltas: el médico dañino vive gracias al egregio y, si ha habido tantos malos escritores, es porque ha habido algunos buenos'. Hoy en día, este análisis orteguiano queda entreverado por el papel del marketing, que convierte en bueno lo que tiene audiencia y que minusvalora todo lo que salga de los raíles estrechos de las tendencias hegemónicas.
El menosprecio político hacia la educación universitaria es harto conocido (inexistencia de reflexiones en la mayoría de los programas electorales, evaluación arbitraria en los criterios de productividad en la investigación en el marco de la minusvaloración de la Universidad pública, desinterés respecto a la opinión de la comunidad universitaria -incluyendo a los rectores-. El proyecto de la LOU parece inscribirse en estas coordenadas.
Por otra parte, el aumento de instituciones formativas que imparten masters, pseudomasters, seminarios y asimilados responde al principio de Pinocho (cualquier agente u organización se extiende en otra forma de organización), generando confusión e incertidumbre entre los estudiantes.
En cualquier caso, y por si acaso ésta es una voz solitaria ante una situación aceptada socialmente, una vez que hemos planteado la misión del profesor universitario, que desee tener una vida intelectual y no un trabajo para salir del paso, salimos del escenario (o nos quedamos) antes de que empiecen a volar los tomates. ¿El último mohicano? debe mantenerse en pie.
Javier Casares Ripol es catedrático y director del Departamento de Economía Aplicada III en la Universidad Complutense de Madrid.
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