Maltrato al fútbol en San Mamés
Athletic y Deportivo coinciden en el empate con un juego sin garra, sin ideas y sin ocasiones
Algún día, Javier Irureta, técnico del Deportivo, y Jupp Heynckes, entrenador del Athletic, echarán en falta el partido de ayer en sus cuentas de balance, aunque probablemente no lo reconozcan jamás. Heynckes, directamente, lo tiró a la basura, a mayor gloria de la Copa del Rey. Visto que sus futbolistas pensaron, en su opinión, más en el Madrid que en el Mallorca, la anterior jornada, el técnico alemán les siguió el juego y apostó por los meritorios para afrontar un partido vital en la Liga. Dos ex lesionados (Ocio y Felipe), dos casi debutantes (Cuéllar y Del Horno), un suplente de lujo (Ezquerro), un chico en horas bajas (Guerrero) y un futbolista fuera de forma (Carlos García). Urzaiz, Tiko, Javi González y Urrutia en el banquillo, con Alkiza en la grada. Todos para Madrid, para el gran jueves, que la Liga puede esperar porque hasta mayo no concluye.
ATHLETIC 1| DEPORTIVO 1
Athletic: Lafuente; Felipe, Aitor Ocio, Larrainzar, Del Horno; Carlos García, Orbaiz; Cuéllar (Tiko, m. 60), Guerrero (Urrutia, m. 65), Joseba Etxeberria (Urzaiz, m. 45); y Ezquerro. Deportivo: Molina; Héctor, Djorovic (César, m. 68), Donato, Romero; Sergio, Mauro Silva; Víctor, Valerón (Djlaminha, m. 60), Amavisca; y Makaay (Diego Tristán, m. 74). Goles: 0-1. M. 64. Pared entre Djalminha y Makaay; el balón rebota en la defensa del Athletic y el brasileño empalma con suavidad a la red. 1-1. M. 65. Centro desde la derecha que no aprovecha Guerrero, Carlos García pugna con la defensa y asiste a Ezquerro que, libre de marcaje, bate a Molina. Árbitro: Megía Dávila. Amonestó a Aitor Ocio, Del Horno, Carlos García, Guerrero, Juup Heynckes (entrenador del Athletic), y Amavisca. Unos 38.000 espectadores en San Mamés
Irureta, impávido, tranquilo, condescendiente, sin arriesgar lo más mínimo, con su equipo sobando el balón -no tocándolo- guardando la viña, sin romper en el ataque, sin el menor asomo de peligro.La verdad es que cuesta creer que este Deportivo, por sus nombres, no fuera capaz de fulminar a este Athletic, por su escaso nombre, en un santiamén. En otro tiempo, el Superdépor, cuando lo era, hubiera agarrado la pelota y la hubiera tenido 85 minutos en el campo del Athletic (los otros cinco, fuera del campo). Pero ya no es súper. Valerón es el reloj del Deportivo: vive el partido a distancia, de lejos, despacio, como sin agallas, y el resto le sigue la corriente como si fuera el jefe (que lo fue) de otros tiempos.
Coincidencia de intereses
Al Athletic no se le podía pedir mucho más de lo que ofreció: esa mística de la entrega, alguna disciplina defensiva y cantidades ingentes de nulidad creativa y ofensiva. Todo estaba condicionado a Madrid, así que empatar no era un mal resultado, a no ser que la conjura de los dioses ofreciera un sacrificio deportivista (algo nada improbable) y regalara un resultado positivo.
El partido nació muerto y murió descompuesto, sin fútbol alguno, como un egaño supino a la afición que casi llenó San Mamés con toda la esperanza del mundo. El gol deportivista fue fruto de un rebote, antes de que rematara Djalminha, y el del Athletic, consecuencia de la lentitud de Guerrero, la porfía de Carlos García y el error de marcaje del Deportivo. Dos accidentes en una carrera sin interés, dos caprichos de este juego que a veces castiga el buen fútbol y a veces premia la racanería. Ayer le dio por conceder un minuto de interés a un fútbol de encefalograma plano.
Le bastó al Athletic con disponer de un libre veloz (Larrainzar) para apagar a Makaay, habitual goleador en San Mamés, y mandarle al vestuario casi sin despeinarse. Sólo se le recuerda una acción al holandés en los albores del partido. Su pared en el gol fue un puro accidente de tráfico. Del Athletic no había más noticias que la de su hombre libre. Los meritorios decidieron tirar por la calle cómoda, donde no había tráfico, malgastando una de sus pocas ocasiones de conducir el partido. Si acaso se rehabilitó Del Horno, habitualmente vilipendiado por su público, que condenó a Víctor a un anonimato del que no está claro que quisiera salir.
Que nadie reclame ocasiones fallidas, porque no las hubo (los goles, casuales, se añadieron a un cabezazo manso de Guerrero y a un tiro desviado de Makaay); ni ocasiones pensadas (los porteros tomaron el sol). El segundo tiempo quedó inmaculado de fútbol: nada bien, nada mal. Un misterio. Y los entrenadores contentos. Uno porque pensó en Madrid y no perdió. El otro porque vista la mala racha de su equipo, el empate se le antojaba un botín. Duelo de arriba, fútbol de abajo. Es decir, todo para el olvido.
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