La viuda alegre
SERÍAN LAS CUATRO de la tarde cuando va Bicoca y me llama por el telefonillo: 'Baja, que tengo una cosa para ti', y yo le digo: 'Mujer, sube'. Pero Bicoca no sube porque dice que a mi santo lo respeta como intelectual y como hombre, pero que no tiene buen feeling con él. La cosa fue que hace un año trajo Bicoca a casa a Cayetano, su encantador bulldog, y me quiso poseer sexualmente, como es su costumbre.
A mí me da la risa del animalito, pero a mi santo, que no le gustan las tonterías ni aunque vengan de otra especie, fue a pegarle una colleja para quitármelo de encima y Cayetano le pegó un bocao. Yo me puse de parte de mi santo (natural), y Bicoca, de Cayetano, y ahí tuvimos unas palabras. Bicoca dijo que desde un primer momento mi santo había cogido ojeriza a su Cayetano (le tenía gato, como dice Belén Esteban) y que eso el perro, que tiene una sensibilidad que te cagas, lo acusa, y después de decirle mi santo con la mano marcada del mordisco 'su perro de usted es un salido inaceptable', Bicoca nos dijo que éramos unos parvenus y que nos volviéramos yo a Moratalaz y mi santo a su pueblo, de donde no debíamos haber salido nunca. Me dolió y no sé si notaron ustedes que durante unos meses no sacaba a Bicoca en esta columna. Era porque la estaba castigando. Castigo absurdo porque Bicoca sólo lee La Razón. Ella es muy de Anson. 'Si Anson se tira por un puente, yo voy detrás', dice a menudo. Nos reconciliamos porque yo a Bicoca la tengo ley y a pesar de que yo soy una parvenue (desengañémonos) y ella de los del Fresno de toda la vida, hay algo que nos une: nuestra acusada sensibilidad. Somos más amigas que antes (si cabe), y a mi santo, que le den morcillas.
Total, que bajé al portal y ahí estaba Bicoca, con Cayetano y con un regalito por mi cumpleaños. Era una faja. De momento, he de admitirlo, me quedé como dolida, pero luego leí su nota: 'Esta faja es para el posoperatorio de tu primera liposucción. Tuya, Bicoca'. Bicoca es de la teoría de que después de los cuarenta una se tiene que ir dando toquecitos porque dice que eso de esperar a tener la carne por los zapatos y pegarse un estirón violento es como de presentadoras de televisión, que dice Bicoca que hay algunas que les han subido tanto las cejas para arriba que se les queda cara de perplejas. Yo le expliqué a Bicoca que no está bien visto que las literatas se hagan liposucciones, que eso los críticos literarios no lo ven bien, y si se enteran que te has hecho una liposucción te la has cargao.
Como soy una escritora profunda (de hondo calado), esta semana, al cumplir cuarenta, he pensado en la muerte. Si algún día muero, les he dicho a los míos, me gustaría que me incineraran con mi abrigo Benarroch y mis tarjetas de crédito, y que esparcieran mis cenizas, el cincuenta por ciento en el Alcampo de Moratalaz y el otro cincuenta en las aceras de Ortega y Gasset, como símbolo de mi personalidad contradictoria. Dicen que todo hombre lleva a su viuda futura del brazo. Yo le he dicho a mi santo que ya puede cuidarse porque no le quiero sobrevivir, no quiero que luego los columnistas y los charlistas cuenten la historia de érasequeseera un escritor muy bueno y muy íntegro que fue cazado por una tía mala y organizanta que le apartó de sus amigos (que también eran cojonudos) y que a partir de ese momento ese escritor que era un alma de la caridad se convirtió en un hortera, fascinado por la vida social, los títulos, la pasta, y no quería ni a sus hijos; pero la culpa no la tenía él, cuidado, la culpa siempre era de la suripanta.
Lo bonito de esta historia es que sirve para Cela o para cualquier otro escritor tan íntegro. A mí me recuerda un poco el cuento de Hansel y Gretel, cuando la madrastrona llevaba a los niños al bosque y los abandonaba. El padre de las criaturas no hacía nada, aunque adoraba a sus niños, porque era un padre muy bueno, pero muy manso, el pobre. Éste es el cuento favorito de las letras españolas.
Ahora, a toro pasao, sabemos que el cruce de palabras que tuvieron en su día Llamazares, Marías, Muñoz Molina, etcétera, con el marqués de Iria Flavia deberían haberlo tenido con la marquesa, ya que era ella quien cortaba el bacalao. Y la marquesa, a su vez, debería haberme insultado a mí, y la cosa hubiera quedado en un tirarse de moños zarzuelero. Rosa Villacastín ha dicho: 'Ahora Marina sabrá la manía que se la tenía en España'. Qué fuerte. A mí me da mucho miedo quedarme viuda en España, la verdad. Prefiero morirme a llevarme un mal rato. Y además el hombre viudo siempre despierta mucha compasión, y todo el mundo dice que está desolado, y las mujeres acuden como moscas a consolarle, y el viudo se consuela superpronto, sí, pero todo el mundo le entiende porque ya se sabe que un hombre solo, como dice Bioy Casares, a los dos días se convierte en un chancho. Mi santo me dijo el mismo día de mi cumpleaños que no me pusiera tétrica y no pensara en esas cosas, pero al rato me preguntó, mientras escuchaba Pelléas et Mélisande: ¿y dices que si un hombre enviuda las mujeres acuden como moscas a consolarle? Me pareció que se quedaba pensativo, como estudiando la posibilidad.
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