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Reportaje:

La maldición del segundo disco

La mayor caída de ventas de los últimos 20 años hunde a muchos grandes artistas

Bastó con un solo fracaso para acabar con Mariah Carey. Su nueva discográfica, Emi, prefirió pagar 28 millones de dólares (31,5 millones de euros) por rescindir su contrato antes que enfrentarse a nuevas pérdidas. La cantante femenina que más discos ha vendido en los últimos diez años se ha convertido en la sorprendente víctima de una industria que busca éxitos instantáneos para compensar una de las peores rachas de su historia.

Es la hora de Britney Spears, NSync y los Backstreet Boys. A condición de que no envejezcan y sobrepasen los cinco millones de copias. Si fallan, hay cientos de aspirantes dispuestos a sustituirlos. ¿Quién se acuerda ahora de las Spice Girls? ¿No eran un fenómeno social? Lo que antes era una práctica relativamente marginal, la fabricación pura y dura de artistas enlatados, se ha convertido en la norma. Y todo para el público adolescente. Carey, de 31 años, cayó cuando no supo despertar el interés de los quinceañeros. Glitter, su último álbum, se estrenó el 11 de septiembre y apenas ha vendido dos millones de copias. La película del mismo nombre que protagoniza, una cursilada sobre una cenicienta musical, fue objeto de un encarnizado pitorreo y apenas aguantó unas semanas en los cines.

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Emi, que en el pasado abril pagó entre 80 y 100 millones de dólares (según los rumores) a Carey por un contrato de cinco discos, ha preferido evitar la resaca del segundo disco. Artistas que en su momento fueron promocionados hasta la saciedad como auténticas revelaciones de su generación han sido relegados a un incómodo anonimato de vieja gloria tras el relativo fracaso de su segundo disco.

Es el caso, por ejemplo, de Alanis Morissette, la cantante de más exito en 1995 y que apenas vendió una cuarta parte con su segundo trabajo. Igual le pasó a Beck, portada de The New York Times Magazine hace unos años, a Sheryl Crow, a Hootie & the Blowfish, Cranberries Melisa Etheridge o Boyz II Men. Y a unos cuantos más. Y no hablemos de los veteranos: David Bowie, Rod Stewart, incluso Sinéad O'Connor o Anita Baker, omnipresentes hace apenas 10 años, fueron abandonados por sus sellos discográficos.

El ejemplo de Mariah Carey es revelador y vaticina malos tiempos para la lírica. Carey ha batido récords. Desde 1991 lleva 40 millones de discos vendidos tan sólo en Estados Unidos, unos 120 millones en todo el mundo. Sus problemas empezaron hace poco con su divorcio de su casa discográfica, Sony, y de su presidente, Tommy Mottola, con el que se casó al empezar su carrera. Emi aprovechó la ocasión en la pasada primavera y empezaron los problemas.

Muchos piensan que Carey conseguirá pronto un nuevo contrato, aunque sin duda no tan lucrativo. Sigue figurando en el panteón de los más vendidos de la década en Estados Unidos, detrás de la estrella country Garth Brooks (63,9 millones de copias), los Beatles, aunque no hayan sacado nada nuevo desde 1969 (42,2 millones de copias), y delante del grupo Metallica (39,9 millones), Céline Dion (38,5 millones), los Backstreet Boys (28,9) y Kenny G. (28,8).El artífice de tan drástica solución es el nuevo jefe de Emi, Alain Levy, que ocupó su puesto hace tan sólo cuatro meses con el firme propósito de recortar gastos. Emi pierde dinero. Tercero de los cinco grandes, junto con Universal, Sony, Warner y BMG, el sello discográfico esperaba superar el bache con el disco de Carey y los nuevos trabajos de Mick Jagger y Lenny Kravitz. No ha sido el caso. Y las estrellas cuestan dinero. Es el precio del glamour, de las suites y de los aviones privados.

La industria musical, un negocio anual de 40.000 millones de dólares (unos 45.000 millones de euros), pasa por la peor racha de los últimos 20 años. El año pasado las ventas bajaron un 5% y este año las cifras no parecen mucho mejores. Los estragos de la piratería y la facilidad de descargar canciones gratuitas desde Internet están afectando a las discográficas, incapaces de adaptarse a las nuevas exigencias del consumidor. Impera el corto plazo. Nadie espera a ver madurar a un grupo, como ha sido el caso de U2, que tuvo esperar a su tercer disco -War- para alcanzar la fama, y que, tras una larga ausencia, triunfó el año pasado con su décimo álbum, All you can't leave behind.

Los cantantes Beck (izquierda) y Alanis Morissette.
Los cantantes Beck (izquierda) y Alanis Morissette.REUTER / RICARDO GUTIÉRREZ

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