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Columna
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Verdad a medias

Como todo el mundo sabe, una verdad a medias no es una verdad. Tampoco es una mentira, aunque puede ser peor que ella. Y verdad a medias es la afirmación que venimos oyendo reiteradamente de que el Gobierno vasco no dispone de mayoría absoluta.

Que jurídicamente no dispone de mayoría absoluta es incontestable. Necesitaría disponer de 38 parlamentarios sobre 75 y solamente dispone de 36. Pero que jurídicamente sea así, no quiere decir que lo sea también políticamente.

El Gobierno vasco dispone de mayoría absoluta en términos democráticos. Esto es exactamente lo que se decidió por los ciudadanos vascos en las últimas elecciones autonómicas, que tuvieron su origen en una disolución anticipada exigida por el PP y el PSOE, que disponían entre ambos en la anterior legislatura de un número de escaños superior a los del PNV/EA. El debate político en esa legislatura giró íntegramente en torno a la ilegitimidad de que el PNV y EA pudieran gobernar con la ayuda de los parlamentarios de un partido que era el brazo político de ETA. Y esa fue también la cuestión en torno a la cual giró el debate electoral en las últimas elecciones vascas. Lo que estaba en juego en esas elecciones no era la mayoría absoluta en términos jurídicos, casi imposible de alcanzar por cualquiera de los partidos democráticos, sino la mayoría absoluta política tomando en consideración única y exclusivamente a los partidos democráticos. Los lectores recordarán con seguridad las advertencias que en la campaña electoral se le hicieron a IU en el sentido de que sería ilegítimo que con sus escaños desvirtuaran una victoria del PP y PSOE sobre PNV y EA. No los escaños de Batasuna sino incluso los de IU se pretendía que quedaran fuera de juego.

Este es el marco en el que los ciudadanos vascos acudieron a las urnas y su decisión fue clara e inequívoca. Y esa decisión vincula a todos los partidos que participaron en las elecciones, excepto a Batasuna. Y con esa decisión el Gobierno vasco dispone de mayoría parlamentaria absoluta. No se puede argumentar hipócritamente que cuando el PSOE y el PP coinciden con Batasuna se trata de una coincidencia técnica. No hay coincidencias técnicas entre partidos democráticos y partidos terroristas. Cuando se produce una coincidencia es siempre política. Y antidemocrática.

El PNV y EA tienen derecho a poder gobernar y tienen derecho a que no se utilicen los escaños de Batasuna para impedirle gobernar. Esto es lo que decidieron los ciudadanos vascos y lo que ha reconocido incluso ETA, que ha interpretado correctamente las últimas elecciones como un triunfo del nacionalismo autonomista y una derrota propia. Que a partir de aquí decida utilizar todos los recursos de que dispone, parlamentarios y extraparlamentarios, para impedir que el nacionalismo autonomista gobierne, es algo que se entiende perfectamente. Que el PP y el PSOE coincidan en esa estrategia es lo que no puedo entender.

Están además jugando con fuego. En mayo se cumple un año de las elecciones y a partir de ese momento se puede disolver anticipadamente el Parlamento y convocar nuevas elecciones. No creo que a nadie le interese que eso suceda, pero si se continúa por parte del PP y el PSOE con una política obstruccionista a través de las coincidencias técnicas con Batasuna, es posible que el lehendakari no tenga otra opción. La primera regla de la tauromaquia, recordaba en una columna anterior a las últimas elecciones vascas, es que hay que dejarle siempre una salida al toro. Así lo entendieron los ciudadanos vascos el día de las elecciones. Esa salida es la que se está intentando taponar torticeramente con la colaboración de un partido terrorista. Que después nadie se llame a engaño. ¿Creen de verdad el PP y, sobre todo, el PSOE que pueden ganar algo con un adelanto electoral?

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