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Reportaje:

Las grietas desalojaron a los 'okupas'

Los bomberos y la Policía Municipal evacuan a los vecinos de un edificio de la calle de la Ballesta que amenaza ruina

F. Javier Barroso

Tres camiones de bomberos entraron a media mañana de ayer por la calle de la Ballesta. En las proximidades no había ni fuego ni inundaciones. Su traslado a la zona se debió al desalojo del número 20 de dicha calle, en pleno distrito Centro, a unos metros de la Gran Vía. El inmueble, a pesar de tener tapiado el portal, estaba ocupado por una docena de mendigos, inmigrantes y ladronzuelos de la zona, que lo habían adoptado como refugio para huir del frío de la capital. Unas grietas en la fachada y unas obras ilegales efectuadas por la arrendataria del local de la planta baja motivaron su inmediato abandono por parte de sus ocupantes.

Los técnicos del departamento de Protección de la Edificación, organismo perteneciente a la Gerencia Municipal de Urbanismo, recibieron la denuncia de los propietarios de que el edificio sufría grandes grietas en la fachada, lo que hacía pensar que la estructura estaba dañada. Los arquitectos municipales comprobaron que el pilar principal del edificio estaba literalmente 'en el aire', ya que el arrendatario del local había iniciado unas obras sin la correspondiente licencia y sin dirección facultativa de los trabajos. 'Los muros de contención también estaban dañados. En el interior, las grietas eran enormes y todas las presiones las estaban soportando los muros medianeros', explicó un técnico municipal. 'El edificio, si no se toman medidas urgentes, se caerá como un embudo, hacia dentro del solar, con el consiguiente riesgo para sus habitantes', añadió.

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El departamento de Protección de la Edificación decretó la clausura inmediata del inmueble y su precinto. Sin embargo, el problema más importante estaba por llegar. En el número 20 vivían una docena de personas, entre inmigrantes, drogadictos y mendigos. A pesar de tener clausurada la entrada por el portal, los inquilinos utilizaban una tubería del gas para trepar hasta la primera planta y, desde allí, moverse por las tres plantas de que consta esta construcción de finales del XIX.

El aviso lo efectuó un arquitecto que vio, mientras se iniciaba el papeleo de clausura, cómo tres mujeres subían por ese rundimentario procedimiento. 'Se han subido con una facilidad espantosa', relató. Los bomberos tuvieron que subir con sus escalas y rescatar a los inquilinos, ante la sorpresa de los vecinos, transeúntes y prostitutas de la zona. '¿Qué ha pasado aquí? ¿Un fuego? Pero si no hay humo...', comentaba una vecina que acababa de hacer la compra. Mientras, los inquilinos se escondían para no ser encontrados por los bomberos. 'Tres de ellos se han metido debajo de los colchones para que no les encontraran y, así, poder quedarse en el inmueble', señalaron los arquitectos. El expediente por el estado ruinoso de Ballesta 20 se abrió en 1998, según fuentes municipales.

Caras de sueño

La Policía Municipal, cuya sede en el distrito Centro se halla frente al inmueble, puso a todos los moradores de la casa en fila y comenzó a tomarles la filiación. Algunos de ellos salieron con cara de sueño. Otros no sabían qué pasaba en la calle. Todos se quedaron merodeando por la zona. A la mayoría de los desalojados le molestó ser el centro de todas las miradas y la comidilla del barrio. 'Ya era hora de que termináramos con uno de los puntos negros del distrito. Además, estaban delante de nuestra propia sede. Sonaba a chiste', confesó un policía municipal que participó en el desalojo.

Antes de marcharse, los bomberos comprobaron que no quedara nadie encalomado (oculto) en el interior. 'Creemos que era el escondite de algunos chorizos del distrito que, cuando hacían algún hurto, se metían rápidamente para que no les localizáramos', comentó un mando de la comisaría de Centro.

Los habitantes de la casa comenzaron a deambular por las calles. Esperaban para poder regresar a su morada y recuperar las pertenencias que no habían logrado sacar durante el rápido desalojo de la casa. Sin embargo, sus intentos fueron en vano: dos agentes de la Policía Municipal custodiaron el edificio hasta la llegada de los obreros que clausuraron con maderas y ladrillos la primera planta y el local.

Los albañiles, paleta en ristre, cerraron los balcones de la primera planta para impedir que los indigentes y toxicómanos de la zona volvieran a pernoctar en el lugar. También se emplearon a fondo en el local, ya que éste registraba los mayores desperfectos arquitectónicos del inmueble. Entrar en el sótano resultaba casi una aventura, según los técnicos municipales. Ahora, el Ayuntamiento deberá decidir cuál es el futuro del inmueble. Y es que, señaló un arquitecto, 'gracias a que lo hemos visto a tiempo y no ha ocurrido una desgracia con varios muertos'.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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