Desafíos de 2002
Se puede polemizar sobre las ventajas e inconvenientes del Euro. Pero nadie discute la importancia simbólica de su introducción. La moneda ha tenido siempre una gran influencia en la forma en que la gente percibe a un determinado país. Representa mucho más que un instrumento útil para la economía
Como una bandera o un himno nacional, la moneda contribuye a crear una identidad colectiva, la sensación de pertenencia a una comunidad.
Es evidente que las identidades nacionales no van a desaparecer, pero, sin duda, una nueva identidad europea va a nacer. Hasta ayer, para un gran número de europeos, Europa sólo significaba un conjunto de reglas con el fin de conseguir que funcionase el comercio. Hoy, sin embargo, Europa se hace tangible, presente en nuestras vidas. Los ciudadanos se sentirán unidos más que nunca. Varios pueblos, una sola nación.
Sin embargo, este acontecimiento no ha de hacernos olvidar a todos que existen problemas pendientes de solventar. Y la violencia de género es, seguramente, el principal (más de 60 mujeres fallecieron en España por malos tratos, en 2001). Erradicarla debe ser también una urgencia sentida colectivamente y para esto es necesario un cambio de mentalidad que comienza en la educación de los jóvenes, pero que debe llegar a los adultos. El papel emergente de la mujer en nuestra sociedad es fundamental, ante el cual algunos reaccionan con miedo y, por tanto, con violencia. Modificar tales comportamientos es el reto.
Como también lo es el afrontar con civilizada eficiencia el desafío que plantean las corrientes de emigrantes con sus legítimos deseos de buscar una vida mejor. En los próximos diez años, Europa deberá responder a la muy fuerte demanda migratoria de africanos, magrebíes, asiáticos y de ciudadanos de los países del Este. Estas migraciones potenciales deben ser previstas y hay que intentar organizarlas. Y no sólo en beneficio de los países ricos. La economía europea necesita actualmente una fuerza de trabajo joven, dinámica y cualificada, tanto para garantizar el crecimiento económico como para compensar el envejecimiento de la población.
Otro gran problema se refiere a la desigual distribución de la riqueza. Existe un brutal desfase entre las personas que viven en los países pobres y los países desarrollados. Así, el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, afirmaba el pasado año en su visita a Barcelona: 'Una persona pobre o pesimista señalaría que la economía mundial es el problema y no la solución, puesto que hay 1.000 millones de personas que viven con menos de un dólar al día y 1.500 millones de personas que padecen hombruna'. Por ello, las diferencias entre el mundo rico y el mundo pobre deben reducirse sin descanso, pues éste es el único camino para una sociedad global libre de grandes conflictos.
Pero, además, las desigualdades no se han agravado sólo entre naciones sino también en el interior de las naciones. Según el economista Lester Thurow: 'La riqueza de Bill Gates es igual a la que poseen el 40% menos rico de los hogares estadounidenses. Es decir, una persona posee tanto como 110 millones de ciudadanos'.
También la capacidad técnica está muy desigualmente distribuida. Hoy, los proletarios no son sólo los que no tienen fortuna, sino los que no poseen la formación y la capacidad necesarias para insertarse en la sociedad.
Y hay algo muy preocupante que debemos hacer frente: el trabajo infantil, uno de los escándalos mayores del planeta. Según la OIT en el mundo hay 250 millones de niños, en edades comprendidas entre 5 y 14 años, que trabajan la mitad de ellos a tiempo completo y, a menudo, con jornadas de más de 10 horas, por salarios de miseria. Además, distintos estudios revelan que los niños que trabajan son siempre pobres.
Todo ello no debe hacernos olvidar otro problema igualmente doloroso: el paro. Las encuestas lo sitúan en una de las mayores preocupaciones nacionales. Los datos del paro son negativos. En 2001 el paro registrado rompe la tendencia y crece por primera vez en siete años.
El paro no es un fenómeno aislado: se acompaña de reducción de sueldos, supresión de horas, contratos breves, precariedad y siniestralidad laboral. En definitiva, derechos que se pierden diariamente en el mercado laboral.
Son muchos más los problemas reconocidos en todo el mundo, desde las áreas más prósperas hasta las más explotadas y mal gobernadas. Como por ejemplo: contaminación, desertización y despilfarro de los recursos humanos, entre otros.
A pesar de todo ello se debe imponer el optimismo. Este tiempo nuevo debe servirnos a todos para buscar soluciones. Entre los buenos propósitos para el 2002, habría que pedir una más firme voluntad para erradicar todos los problemas citados. El tratamiento humano del ser humano es el gran reto del presente y del futuro próximo. Esperemos que prevalezca la razón de la solidaridad y los fines del imperativo humano.
Vicente Castelló Roselló es profesor de la Universitat Jaume I.
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