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Reportaje:

Un vacío en la pasarela

El grupo PRP prescinde de la alta costura de Yves Saint Laurent

El modista Yves Saint Laurent ha dicho adiós a las pasarelas. François Pinault, el empresario del diseñador, ha decidido renunciar a una actividad que producía unas ventas de cinco a seis millones de euros por año, contra 12 millones de euros de pérdidas, también anuales. Los más inquietos por el futuro son los 158 empleados del artesano de la alta costura.

Gucci seguirá agrupando los productos Yves Saint Laurent que están al margen de la alta costura

Con vestidos y trajes vendidos entre los 500 y los 2.000 euros, las grandes firmas de moda extienden rápidamente sus imperios y sus márgenes les permiten ofrecer rebajas de hasta el 50%. Pero ese manejo del negocio de la moda no tiene gran cosa que ver con la alta costura de Yves Saint Laurent, el reputado creador cuya retirada ha provocado oleadas de nostalgia, ocultando la realidad de que sus salones parisienses de la avenida de Marceau sólo atraían a unos 200 clientes, capaz de gastarse al menos 10.000 euros por traje.

François Pinault, el empresario de Yves Saint Laurent, ha decidido renunciar a una actividad que producía unas ventas de cinco a seis millones de euros por año, contra 12 millones de euros de pérdidas, también anuales. Los 158 empleados del modista de alta costura se preguntan si hay que olvidar lo que ésta tiene de 'laboratorio de investigación, de creación y de medio publicitario extremadamente importante para el prêt-à-porter, los perfumes y otros productos derivados'.

Dos colecciones al año

Ésta es la clave: nadie espera vivir de la alta costura. Este año todavía hay 12 desfiles programados en París, pero, para los grandes grupos empresariales, es un valor convenido que la alta costura es una actividad subvencionada. Yves Saint Laurent se limitaba a diseñar dos colecciones por año. Cada desfile de ese tipo cuesta entre uno y tres millones de euros, mientras las sucesivas crisis económicas han vaciado prácticamente los salones. Los nombres de los creadores valen no tanto por lo que venden, sino por la fuerza de atracción de su imagen para todo el sector.

Pero Saint Laurent ya había vendido su nombre a François Pinault, con un conjunto de pactos que impiden a aquél abrir otra casa con su patronímico. La paradoja del gran creador es que su tienda de alta costura llevaba camino de convertirse en una reliquia, porque todo lo demás que se comercializa con su nombre, el prêt-à-porter, los accesorios, los perfumes, se encuentra bajo la responsabilidad de Gucci, la marca italiana que, tras una intensa batalla entre los dos principales empresarios franceses del lujo, Bernard Arnault y François Pinault, ha terminado bajo el control de este último.

Lo que realmente tiene valor económico ha sido reagrupado en Gucci, en la actualidad una filial del grupo Pinault-Printemps-Redoute (PRP), que continuará vendiendo lo que se produzca con la marca del célebre modista. Lo único que escapaba al control de los directivos de Gucci era precisamente la alta costura, que François Pinault aceptó apartar del resto de las actividades que se comercializan con la marca YSL y cuyas pérdidas ha financiado aceptando el pago de varios millones de euros de royalties sobre la marca Yves Saint Laurent.

Nadie ha desmentido el dato, deslizado en la prensa francesa, de que todas esas operaciones implican un monto global de 150 millones de euros.

Por eso, la retirada de Yves Saint Laurent tiene más impacto simbólico que económico. El sector está mucho más preocupado por el 11 de septiembre, sobrevenido tras la guerra descarnada a que se habían librado los líderes del lujo en su afán de conquistar el mayor número de marcas para alimentar un mercado que no ha dejado de crecer desde los 20.000 millones de dólares de 1985 a los 60.000 millones de dólares de 2000, el año de la gran euforia.

Menos turismo

Un clima sin duda distinto al que se aprecia hoy, tras los primeros síntomas de reducción del turismo y de miedo al avión -que priva a las grandes tiendas de una parte de su clientela natural- y la incertidumbre sobre el tiempo que pueda durar el retroceso del consumo en los países del lujo (Estados Unidos, Japón y Europa).

Los inversores no consideran estas marcas como valor de refugio y de ahí que no hayan podido sostener la cotización, con alguna excepción, como la de Gucci, favorecida por el armisticio que Pinault y Arnault tuvieron la involuntaria inspiración de firmar dos días antes del 11 de septiembre. Su título oscila entre los 90 y 100 euros tras el acuerdo, por el que el grupo de Arnault abandonó Gucci a cambio de 760 millones de euros, entre otros pactos.

Con esta señalada excepción, tras los atentados del 11 de septiembre se han multiplicado las advertencias sobre malos resultados previsibles. El grupo LVMH, el reino de Bernard Ar-nault -propietario de las Galerías Lafayette- se extiende ahora por Louis Vuitton, Christian Dior, Givenchy, Céline, Christian Lacroix, Kenzo y Guerlain. Su rival, Pinault Printemps Redoute (PRP), de François Pinault, reúne por su parte a Gucci, Yves Saint Laurent o Balenciaga, todo lo cual representa un 9% de la cifra de negocio en un grupo que también posee los almacenes Printemps o la Fnac. La cifra de negocios de PRP en el primer semestre del años pasado fue de 13.511 millones de euros, un 19,6% más que en igual periodo del año anterior, mientras los beneficios fueron de 299 millones de euros, un 10,5% más que en el primer semestre de 2000.

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