Monólogo del insomnio
'Este volumen recoge dos libros nacidos, sin saberlo, para complementarse', declara el autor de Autorretrato póstumo en la presentación de estos poemas, accésit del Premio Sial. Con el libro El alfabeto matemático ya obtuvo este mismo galardón pero entonces en el apartado de narrativa, y es que Jaime Alejandre (Las Huelgas, Burgos, 1963), aunque más editado como poeta (Espectador de mí, Palabras en desuso, Los héroes fatales), también cultiva la prosa: al volumen citado se suman los que componen Manual de historia prescindible y la novela Fogu.
Ciertamente, Autorretrato póstumo no esconde su doble fusión. La primera parte, que titula la totalidad, es un extenso monólogo de ritmo compulsivo, de acarreo y arrastre dirigido en ocasiones por la rima o la sonoridad (innecesario el juego espacial que, obvio, rompe y resta), un soliloquio cuya actitud dialógica encuentra no ya al reflejo del autor en el espejo como único y solo interlocutor de sí mismo, sino el espejo partido y los reflejos trizados: hirientes, cortantes como las propias esquirlas. Monólogo a veces furioso, que no rehúye la palabra gruesa, ordinaria, tremendista, considerada antipoética o malsonante, pero que no vacía de lirismo al largo poema ni niega la virginal capacidad evocadora del lenguaje, ese milagro que hace que al nombrar desierto sea 'no letras sucesivas, sino arena, / silencio, soledad, sol infinito, / tú buscándote a ti mismo, / estrellas incontables, Principito'. La palabra es piedra y honda, arma del enojo contra el mundo. Pero es también sustento del y para el solitario que con ella vela su insomnio (y mucho insomnio hay en estas páginas). Escéptico, irónico, tierno o mordaz y cabreado, en nocturna lucha con cucarachas que, si reales, no menos simbólicas -aunque no kafkianas-, el poeta es náufrago de sí mismo y, entre el Credo y el Padre Nuestro, eleva una oración profana en busca del alma. Alma que es un 'buzón de voz vacío'.
AUTORRETRATO PÓSTUMO
Jaime Alejandre Sial. Madrid, 2001 64 páginas. 7,81 euros
En contraste, la segunda parte, El libro del ángel inconcluso, se nutre de poemas muy breves (algunos no más de tres versos), aunque, dada su continuidad temática, simbólica y de engarce, también podrían conformar una composición continua, y así parece: como si el poema único se hubiese fragmentado. En él, en ellos: lo fútil de la memoria, a través de una conjunción copulativa, 'ni', que encadena fatalmente luz y sombra.
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