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Crónica:Copa del Rey, ida de los cuartos de final | FÚTBOL
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Depor supera el síndrome

Discreta victoria del cuadro coruñés, muy criticado por su público tras la derrota del Bernabéu

Xosé Hermida

Los fantasmas de Zidane y Raúl vagaron por Riazor, donde el Deportivo vivió una noche muy comprometida. El síndrome postraumático por la derrota en el Bernabéu aquejó al equipo, triste y embotado, pero sobre todo al público, que esperaba a los vencidos en Madrid armado de resquemores y dispuesto a señalar culpabilidades. Sometido al duro escrutinio de la grada, el Depor sólo pudo superar sus miedos en la segunda parte, cuando Irureta recurrió a gente sin contaminar por el virus del Bernabéu y su desenfado despejó el camino a las semifinales.

El choque vino cargado desde el principio por una atmósfera viciada. A las aprensiones y malos humores que puede haber generado en la plantilla el nuevo fracaso en Chamartín, se unió la actitud decididamente combativa de la grada. Por lo que se ve, el deportivismo ha elevado su nivel de exigencia más allá de lo imaginable, y ahora ya no le basta que su equipo se codee con los mejores, sino que le impone la obligación de arrasar a quien sea, aunque se trate de Zidane, Raúl y compañía. El público interpretó que el Depor no hizo en el Bernabéu todo lo posible, y anoche acudió a Riazor destilando mala leche, resuelto a disparar contra todo lo que se moviese. Desde que el balón echó a rodar, los silbidos acechaban y se generalizaban a la menor ocasión. Una simple demora en el pase o un control defectuoso arrancaban de inmediato un aluvión de reproches.

DEPORTIVO 2| VALLADOLID 0

Deportivo: Molina; Héctor (José Manuel, m. 46), Donato, Djorovic, Capdevila; Sergio (Duscher, m. 46), Mauro Silva; Makaay (Pandiani, m. 75), Djalminha, Fran; y Tristán. Valladolid: Bizarri; Gaspar, Peña, Caminero, Santamaría, Marcos; Fernando, Lozano (Jesús, m. 73), Chema; Tote y Cuahtemoc (Fernando Sales, m. 64). Árbitro: Mejuto González. Amonestó a Lozano y Djorovic. Goles: 1-0. M. 46. Capdevila acaba rematando tras un barullo en el área a la salida de un córner. 2-0. M. 62. Gran pase de Duscher hacia la frontal del área, aprovechando la defensa adelantada del Valladolid, y Makaay recibe de cara al portero al que bate de tiro raso. Unos 20.000 espectadores en Riazor.

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Lejos de azuzar a los jugadores, la actitud de la grada acabó por agravar las inseguridades del equipo. El Deportivo se encontró con un Valladolid blindado hasta las orejas, que varió su sistema habitual para plantar cinco defensas bajo el mando de Caminero, que ejerció de líbero a la antigua usanza. Lo cierto es que el cuadro de Irureta no empezó jugando mal del todo. Como la posesión del balón no se la discutía nadie, intentó tocar con paciencia a la espera de que flaqueara la fortificación visitante. Más bien ocurrió lo contrario: el Deportivo acabó enfrascado en un peloteo insustancial, un ir y venir del balón en el centro del campo sin la menor profundidad, mientras su adversario se crecía a medida que avanzaba el choque. De la gente que más cabía esperar un gesto que infundiese energía al equipo no hubo una sola señal. Tristán parece empachado con su espectacular comienzo de campaña, y hace ya muchas semanas que vuelve a ser presa del desinterés y el egoísmo. Djalminha sigue en la pretemporada y, como no cambie, le va a sorprender el mes de mayo aún en proceso de rodaje.

Irureta hizo una transfusión al equipo en el descanso y le inoculó sangre fresca con Duscher y José Manuel. Las novedades agradaron al público y surtieron un efecto inmediato, porque al minuto de la reanudación, Capdevila, escondido en el segundo palo, acabó resolviendo el típico barullo provocado por un córner. Además de cobrar vitalidad, el Depor encontró más espacio porque el Valladolid ya se aventuraba a asomar la cabeza fuera de la cueva. Y el segundo gol tampoco tardó, gracias a un primoroso pase de Duscher, un futbolista cuyas apariciones este año han sido irreprochables, pero que, por una u otra razón, no termina de ganarse la confianza de Irureta. El público aún tuvo ocasión de seguir arremetiendo, cuando el técnico cambió a Makaay y dejó en el campo a Tristán, un espectro de sí mismo. Pero, aun con bastantes apuros, el Depor pudo administrar la renta y dejar que el trauma se diluyese en el envenenado aire de la noche.

Mauro Silva obstaculiza un remate de Chema.
Mauro Silva obstaculiza un remate de Chema.ÓSCAR PARIS

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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