Las viejas glorias del rock batallan contra el tiempo lanzando sus éxitos

La veteranía es un grado, y quienes llevan décadas dando vueltas al circuito del pop llevan a cuestas un impresionante catálogo de éxitos que poner encima de la mesa para continuar estando en el candelero. Pink Floyd, Jethro Tull y Bee Gees son tres de esos macrogrupos que acaban de recuperar sus éxitos de toda la vida, ofreciendo atractivos álbumes a incondicionales y a posibles nuevos seguidores la oportunidad de conocerles.

Aún caliente This is where I came in, último álbum de los Bee Gees y editado este mismo año, Barry, Maurice y Robin Gibb lanzan Bee Gees: their greatest hits: the record, 40 grandes éxitos del grupo, entre los que se incluyen también las versiones recién grabadas de cuatro éxitos originalmente compuestos para otros intérpretes: Emotion (Samantha Sang), Heartbreaker (Dionne Warwick), Islands in the stream (Kenny Rogers y Dolly Parton) e Immortality (Celine Dion).

Nada menos que cinco décadas de música en activo quedan retratadas en este recopilatorio: pero destacan los sesenta, con éxitos del calibre de Massachusetts, To love somebody o Gotta get a message to you, y los increíbles setenta, que les convirtieron en megaestrellas y miembros, junto a los Beatles, Paul McCartney, Elvis Presley y Michael Jackson, del club de los músicos más vendedores de la historia merced al fenómeno Fiebre del sábado noche y la explosión de la música disco. A aquella época pertenecen Stayin' alive, Night fever, How deep is your love, Too much heaven, Tragedy o Grease.

Los británicos Jethro Tull constituyen un fenómeno único en la historia del rock con su mezcla de rock duro, melodías folk, aires de blues y letras surrealistas, densas e irónicas. En estos días, su líder, flautista y cantante, Ian Anderson (Edimburgo, 1947), ha puesto en circulación Lo mejor de Jethro Tull, un álbum que recoge veinte de sus mejores composiciones pasadas a la tecnología digital, lo cual las salva del deterioro del soporte analógico original.

Anderson, personaje de fino humor, se toma bastante a broma la cuestión de la edad: 'El año pasado estuvimos tocando en un sitio en Italia y la edad media de los espectadores era de unos sesenta años. Nos decíamos a nosotros mismos: '¡Vamos a tocar deprisa antes de que se muera alguno!'.

Sin embargo, Ian Anderson, que en la actualidad padece artrosis en el codo derecho, el brazo con el que tapa los agujeros de su flauta travesera, filosofa acerca del paso del tiempo y la condición del rockero. 'En estilos como el blues o el jazz, gente como Muddy Waters o Louis Amstrong estuvieron tocando hasta muy mayores; y qué decir en el mundo de la música clásica. Beethoven era un señor mayor al que todo el mundo escuchó hasta que se murió. La música rock se hace muy difícil de defender en directo a ciertas edades: es muy física'.