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Garantía de futuro y 'marketing' electoral

En mayo de 1999, el PSOE se planteó denunciar, ante instancias judiciales, al PP porque en las elecciones municipales el partido conservador estaba utilizando el eslogan 'Garantía de futuro'. El motivo: dicho eslogan era exactamente el mismo que utilizaron los socialistas andaluces en las elecciones autonómicas de 1994.

El lunes, en Barcelona, el presidente de la Generalitat y líder de CiU, Jordi Pujol, acompañado por el líder de UDC y secretario general de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, anunciaron la decisión de la ejecutiva de la federación de designar, a casi dos años de las elecciones autónomicas, a Artur Mas como candidato a la presidencia de Cataluña. Pujol presentó a su sucesor, Artur Mas, como una 'garantía de futuro'. Ahí seguimos: ¡Garantía de Futuro! Viva la creatividad.

La ideología de los partidos políticos se ha desvanecido. Y también ha desaparecido la originalidad en las propuestas electorales y el riesgo de apostar por las propias convicciones y concretarlas en un proyecto. El marketing electoral se ha hecho con las riendas del discurso político y nos habla de un partido único que engloba prácticamente a todas las formaciones políticas del país. Ha nacido el GDF (el Garantía de Futuro).

Ya no hay que convencer. Ahora hay que vender. Ya no hay que proponer y luego escuchar. Ahora hay que escuchar y luego proponer. Así de fácil. Hay que vender al candidato con pocos proyectos concretos y tratando de satisfacer, con un lenguaje casi metafísico, las necesidades del electorado, sobre todo de aquella porción de indecisos que acaba decidiendo la contienda política.

El marketing electoral bucea en el electorado y lo divide en cinco segmentos.

El primero es el formado por los votantes fieles. Casi da igual la chapuza o la barbaridad que haya hecho en el pasado el partido o el candidato. Los fieles siempre estarán allí.

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El segundo segmento lo integra el público proclive al partido rival, pero que no las tiene todas consigo. Aquí ya hay que empezar a bombardear con los mensajes o ideas fuerza del marketing electoral que define a este grupo de votantes como público, cuando no cliente, de conquista.

El tercer segmento lo forman aquellos ciudadanos que oscilan de un lado a otro: los indecisos. Éste es el principal escenario de la batalla, es aquí donde hay que dar el do de pecho.

El cuarto grupo lo forman aquellos ciudadanos que votaron al partido pero que son susceptible de ser conquistados por los mensajes del marketing electoral del partido rival.

El quinto segmento o target son los adeptos: el ciudadano fiel al partido, y que por determinadas convicciones profundas, a veces insondables, lo seguirá siendo. Ahí permanece, varado. Este último grupo, y también el primero, se desecha. Su comportamiento electoral es difícilmente modificable.

Los otros tres se analizan con lupa. Cuáles son sus inquietudes, qué les preocupa, qué necesidades tienen como colectivo. Los sondeos y las encuestas que utiliza el marketing electoral no dejan margen a ningún tipo de duda: si la mayoría de ciudadanos necesita que alguien les garantice el futuro, esto es lo que hay que venderles. Como corean las aficiones del Alavés y también la del Osasuna, a por ellos, oé... oé,oé, oé.

Por otro lado, los dirigentes de CiU pueden estar tranquilos: en publicidad, aseguran los expertos, la copia y el plagio están tolerados.

Daniel Martí Garín es profesor de la Facultad Blanquerna de Ciencias de la Comunicación.

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