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Tribuna:EL DARDO EN LA PALABRA
Tribuna
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Epifanías

Tal vez pareciera descortesía pasar de largo sin saludar con el entusiasmo a que son acreedoras, de un lado, la Epifanía del Señor, es decir, hoy, y de otro, la del Euro, escrito así, con mayúscula, pues nombra la manifestación resplandeciente de la poderosa deidad que se nos está apareciendo estos días. Sólo lo he visto hasta ahora encerrado en una bolsita transparente: rojizo, redondo, incomprensible. Dicho a lo Pedro Crespo, no haremos migas los dos; me subyugará como a todos, pero no podré amarlo: se trata de un okupa que desplaza a una amiga, indócil tantas veces, de toda la vida.

No siendo perito en epifanías espectaculares (aunque a una nieta me la bautizaron así, habiendo nombres tan castizos como Vanesa, Jenifer o Penelope, pronunciada esta palabra a lo llano; así oí que llamaba la madre, baturra del Rabal zaragozano, a su desventurada), creo sin embargo que es fecha oportuna para exaltar las revelaciones, no del todo epifánicas, es cierto, que recorren el lenguaje con rasgos casi sobrenaturales de tan tontos.

En efecto, ahí están bullendo prevaricaciones resistentes a la muerte, frescas y ajadas como viejas glorias del plató televisivo, mezcladas con jóvenes asechanzas que anhelan ser vistas u oídas en su sugestiva aparición.

Tenemos, por ejemplo, el cambio que puja por triunfar, en el señalamiento del tiempo. Hace ya mucho, noté los avances que está haciendo en el idioma de los políticos -no sólo pero sí más- la locución temporal a día de hoy, que emplean en vez de hoy o hasta hoy, y que transparenta el aujourd'hui francés: 'A día de hoy, el número de parados...' o de lo que sea, dice cualquier gerifalte de hogaño sin que se le ericen los pelos al huir de tanta indigencia cerebral. Pero este sistema tan perifrástico, que elude hoy o hasta hoy, tan simples, ha contagiado también a 1a noche, y ya se oye -lo oigo en mis deambulaciones sonámbulas por las radios- a noche de hoy, en lugar de esta noche o hasta esta noche. Y ha irrumpido con brío roldanesco otra locución, de buena mañana, que calca el francés de bon matin, muy probablemente a través del catalán de bon matí, 'muy de mañana, temprano'. Se oye principalmente en publicidad y lo emplean bastantes locutores de lengua materna catalana. Sin embargo, aunque resulta perfectamente inútil, es al menos de casa.

Esto de situar las cosas en su tiempo, antes establecido por un sistema simple y racional, se está cachifollando con prontitud. Multitud de matices, de distinciones finas que, por afán de precisión, habían modelado generaciones de hablantes, están siendo arruinadas con el desenfado y el qué más da que forman el espinazo espiritual de nuestra época. Desenfado que implica horror a la sutileza, cuya manifestación más perceptible es el tuteo como tratamiento único, que desvertebra posibilidades inteligentes y socialmente relevantes de la expresión. En las referencias temporales a que aludíamos, infinidad de hablantes públicos están emborronando el adverbio momentáneamente. Ocurre cuando dicen, por ejemplo, que las conversaciones entre fulanos y zutanos se han interrumpido momentáneamente. La gente de mi tiempo -y del actual, que no sea analfabeta- interpreta al oír o leer eso que las tales conversaciones han cesado un instante, a lo que ha obligado algo imprevisto: para que le dé al móvil un conversante, por ejemplo, o para que el de enfrente acuda al final del pasillo a la izquierda o, incluso, para que todos descansen degustando un fino antes de seguir conversando. Porque momentáneamente quiere decir 'por muy breve tiempo'. Los transmisores de fútbol son particularmente adictos al disparate, según corresponde a su ordinaria condición: 'Momentáneamente gana el Betis por 2-0'. Pero puede ocurrir que el partido termine con ese tanteo, dando una merecida alegría al beticismo, por lo cual no era momentáneo el resultado, sino que así quedaba asentado para siempre en la historia del fútbol. ¿Por qué no probarán a redimirse tales prevaricadores empleando de momento o por el momento, que dicen lo que ellos quieren decir y no saben: 'por ahora'?

Y ya que, dándonos cuenta, nos hemos metido en el fútbol, convendrá echar un ojo a algunos de sus visajes últimos. Nadie ignora que el Real Madrid celebra su centenario ocupando destacadas posiciones en cuantos torneos juega. Y que ya asoma por las altas cumbres de la Liga, lo cual permite suponer a muchos que puede ser campeón. Durante mis excursiones radiofónicas nocturnas me he encontrado ya dos veces con esa perspicaz sospecha, manifestada así una vez: 'Su posición en la tabla le da claro favoritismo de ser pronto el primero de la clasificación'; y otra: 'Como una mala racha no lo estropee, todo el mundo apuesta por el favoritismo del Madrid'. Tal era la sintaxis de esos radiofonemas; y su léxico, revelador de cuánto padece la lengua española en los labios de tantos radiofonadores capaces de confundir favoritismo (anteposición del favor al mérito) con ser favorito (es decir, contar con mayor probabilidad de ganar). No creo malicia alguna en ambos contadores; ni de lejos supongo que estuvieran corroborando el griterío provincial de 'Así, así...', etcétera.

Pero la festiva efeméride ha estimulado más meninges; los doce meses próximos van a ofrecer dilatado espacio para saborearlas. Por lo pronto, he aquí otra, también de procedencia hertziana: 'Ahora se está vanagloriando al Madrid'. Obsérvese bien: no se vanagloria el club -impensable en él jactancia alguna-, sino que es él quien recibe vanagloria. Este verbo constituye una invención idiomática absoluta, y además, es fastuosa por su rara originalidad: lo más parecido al neonato vanagloriar que existe es vanagloriarse, verbo pronominal al que el afortunado innovador amputa el pronombre, y lo hace significar algo así como 'recibir loas, encomios y alabanzas'. Para él, vana carece de significado: es un simple estiramiento que hace más percutiente el vocablo.

Es en el fútbol donde el lenguaje no especializado tiene su fértil nido; de él salen, renovándose incansables en osados vuelos, creaciones que buscan ciudadanía española. Un último ejemplo: parece que un entrenador -nunca nombro- fue abroncado por la afición el día en que celebraba haber actuado como tal en 250 ocasiones o partidos. Lo cual ocupaba así el titular de un gran periódico: 'Amargo aniversario en los banquillos. , que celebró el domingo su partido 250 como técnico de Primera, bañó en frustración su efeméride'. Y en el relato volvía a decir: ', no pudo celebrar el 250 aniversario como técnico de Primera División'. Gran proeza: ya casi nadie alcanza edad tan bíblica.

Fernando Lázaro Carreter es miembro de la Real Academia Española.

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