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LA CRÓNICA
Columna
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La cultura es el mensajero

La subsecretaria de Promoción Cultural de la Generalitat Valenciana, Consuelo Ciscar, ha sido galardonada por el gobierno cubano con la Distinción por la Cultura Nacional, que le fue impuesta hoy hace ocho días en La Habana por el ministro del ramo de aquel país, Abel Prieto. La reseña de este episodio apenas mereció informativamente por estos lares el relieve de una noticia de alcance, digamos que de mero trámite o de relleno, quizá porque el cronista soslayó anotar que el presidente Fidel Castro compareció en el acto y dedicó seguidamente largas horas a conversar en privado con quien ha sido considerada 'persona excepcionalmente amiga de la cultura cubana'. De excepcional, asimismo, fue calificada por fuentes diplomáticas esta deferencia del comandante hacia la homenajeada.

No es éste el primer reconocimiento con membrete estatal que se le hace a la promoción cultural valenciana y, de manera muy concreta, a su titular y responsable. Los ex presidentes de Uruguay, Luis María Sanguinetti, el argentino De la Rúa, y el mexicano Vicente Fox -entre otros lances notables que sin duda olvido- se hicieron lenguas en su momento de esta singular proyección de la cultura valenciana en sus respectivos países y en el ámbito iberoamericano, como ahora ha sido subrayado en La Habana. Algo similar podríamos anotar acerca de la presencia cultural de esta comunidad en el Mediterráneo, donde mucha obra de sus artistas y parte de nuestro patrimonio han sido expuestos en las principales capitales.

En este contexto, decimos de este esfuerzo de centrifugación cultural, hay que situar la reciente Bienal de Valencia y el Encuentro Mundial de las Artes que algunos mentideros indígenas han saludado con perplejidad o mediante el ninguneo, más condicionados por el color político del partido que ampara estas iniciativas que por el contenido y viabilidad de las mismas. Un prejuicio -pues de eso se trata- que les ha impedido y presentimos que impedirá comparar el rendimiento (en forma de prestigio e imagen internacionales) de estos fastos con otros, como el Fórum de Barcelona o la capitalidad cultural de Salamanca, dotados con presupuestos fabulosos, jamás imaginados aquí. Más de 50.000 millones se van al Principado y casi 20.000 a la capital charra.

Todo lo cual nos aboca a unas cuestiones: ¿es útil, y en consecuencia debe cultivarse, esta presencia valenciana por esos mundos de Dios, redefiniendo en términos culturales a nuestro alcance la globalización en que estamos sumidos? ¿Podemos aventurarnos a convertir la cultura en el mensajero de nuestra identidad, lo que en todo caso ya se va haciendo como certifican los espaldarazos más arriba reseñados? Y por último -sin agotarse aquí las preguntas pendientes- ¿es incompatible con cierta vertiente de la cultureta o de la cultura local el saludo de Fidel Castro allá y la actuación, tan a menudo impugnada, de Irene Papas o Rostropóvich aquí, que son al fin y al cabo dos maneras convergentes de proyectar el País Valenciano? Si es así, ábrase el debate y razonemos con las cartas sobre la mesa, sin gorronerías que tanto abundan y al margen de los pronombres personales o de las etiquetas partidarias, cuál es la política cultural que más conviene en este apartado de la promoción. Lo triste y detestable es que, en vez de criticar desde el disentimiento fundamentado esta dimensión internacional de la cultura, nos convirtamos en pirañas o nos recluyamos en el detestable meninfotisme, tan corrosivo.

Me consta que, abierto el tarro de estas esencias, si a ello se llegare, será toda la gestión cultural la que pongamos en solfa. Y no estaría mal, si somos capaces de poner un mínimo orden en la discusión y nos sacudimos los juicios de intenciones. Ello demostraría, cuanto menos, que el cultural es un tajo mollar y denso en esta comunidad, y seguramente, todo a un tiempo, que ya no es posible ni deseable gestionarla, sea el partido político que sea, mirándose el ombligo y derrochando la mayor parte de las energías y de los recursos repartiendo subvenciones entre los artistas mendicantes con alma de funcionarios vitalicios. Un asunto que, apenas mentado, suele provocar la algarabía. Bienvenida sea si esa fermentación es el exponente de un talento que ha de cuajar y somos capaces de proyectar más allá del marco autonómico y estatal, tal como propende Consuelo Ciscar.

EL VALENCIA EN VILO

Será el próximo martes cuando se conozca la resolución de la Sala Primera del Tribunal Supremo acerca de la validez de la ampliación del capital realizada en 1996 por la SAD Valencia CF bajo el mandato de Francisco Roig. Del signo del fallo depende la paz social y, en menor grado, también la paz económica del club, al parecer condenado a vivir en precario. De darse por buena la actual composición accionarial nadie descarta que se abrirá la lucha por el poder, con la inestabilidad consiguiente. El mentado accionista volverá a la carga con el ímpetu y megalomanía de Gengis Khan. En caso contrario, el club habrá de restituir el importe de las acciones anuladas. Es el mal menor.

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