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Los europeos están dispuestos a pagar entre 28 y 120 euros para que se reduzcan los ruidos ambientales, según un estudio

Los ciudadanos de la Unión Europea están dispuestos a pagar entre 28 y 120 euros (entre 4.648 y 19.920 pesetas) al año por una reducción significativa de la contaminación acústica, según los resultados de los estudios realizados por tres profesores de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) y que deben depurar ahora para establecer una cuantía económica única de referencia comunitaria.

El silencio vale dinero y las profesoras Mercedes Sánchez García y Montserrat Viladrich Grau, pertenecientes a los departamentos de Gestión de Empresas y Economía de la UPNA han participado, invitadas por la UE, en un estudio continental para concretar qué precio le ponen los ciudadanos a una sustancial reducción de los ruidos.

El trabajo de campo se realizó en los años 1999 y 2000. Las dos profesoras, conjuntamente con un tercer investigador, Jesús Barreiro, miembro de la Administración europea, preguntaron a un significativo número de familias residentes en Pamplona cuánto estarían dispuestas a pagar por el silencio. La cifra media resultante fue de 28,6 euros ( 4.765 pesetas) al año. Ahora, la UE, que considera el problema del ruido como uno de los principales focos de preocupación medioambiental, les ha encomendado depurar los distintos informes realizados por expertos de los Quince sobre la materia, para buscar una cifra única representativa del total comunitario. A partir de ese punto, las autoridades europeas podrán realizar proyectos para reducir la contaminación acústica con referencias objetivas sobre el coste económico asumible.

El principal motor del ruido urbano lo constituye la actividad económica. Exposiciones a ruidos superiores a 40 decibelios influyen en el bienestar del ser humano y se considera que las que rebasan los 60 decibelios son perjudiciales para la salud.

No obstante, la contaminación acústica no sólo tiene consecuencias fisiológicas y psicológicas, sino también económicas. Los altos niveles de ruido influyen, por ejemplo, en la pérdida de valor de las propiedades, crean interferencias en las comunicaciones o provocan un aumento de los gastos sanitarios.

La Comisión Europea elaboró un programa de acción medioambiental y dispone de abundante información sobre los costes de reducción de la contaminación por ruidos mediante sistemas como la introducción de barreras anti-ruido y asfalto aislante en carreteras, el aislamiento de bares o discotecas o la colocación de dobles ventanas en las casas. Comprobó, sin embargo, que carecía de información que evaluara el beneficio económico que reporta el silencio, por lo que decidió encomendar el trabajo, del que saldrá la cifra que cuantifique ese deseo de silencio.

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