Aterrizaje accidentado en El Prat
Algunos turistas que adquirían euros en el aeropuerto de Barcelona antes de dejar España recibían la vuelta en pesetas en el bar
España forma parte de la zona euro sin complejos pero, para algunos turistas europeos que han inaugurado aquí el año 2002, el tópico Spain is different no ha perdido un ápice de vigencia. Sin cara de enfado, aunque sí de desconcierto, los visitantes comunitarios (sobre todo, alemanes y franceses) y extracomunitarios (especialmente, suizos) que ayer entraron o salieron de territorio español por el aeropuerto de El Prat de Barcelona protagonizaron una escena distinta a la esperada.
La cosa no iba de deshacerse de las pesetas con un cruasán y un café para abultar el bolsillo con las vueltas en euros. No. La cosa funcionaba al revés: adquirían, ilusionados, la divisa con que estrenarse como euroconsumidores para llegar a la cafetería, pagar su desayuno en euros y recibir el cambio... en pesetas.
'Es una vergüenza', describía la situación Alfonso Muñoz, el encargado del bar-cafetería El Trébol, en la terminal B. 'Hace tres meses que pedimos euros y no hemos visto ni uno. Acabo de hablar con el director, José Romaguera, y me ha dicho que tendrán que ir corriendo al Banco de España para hacerse con euros como sea. Y me ha dicho que en Barajas están igual'. La situación era extensiva a la cafetería Plantaciones de Origen y al bar El Kiosco de la terminal A, que concentra el grueso de los vuelos internacionales.
Los españoles se encogían de hombros y pagaban mayoritariamente con pesetas. Pero los extranjeros que, antes de abandonar España, habían hecho la cola ante una de las sucursales de entidades financieras para comprar euros, no entendían por qué volvían a recibir calderilla en pesetas. 'Menos mal que tengo monedas de euros para pagar el precio exacto', comentaba un turista italiano, de nombre Mario, después de tomarse un zumo de naranja y antes de coger el vuelo a Roma. 'En Suiza, ante de venirnos, compramos euros y pesetas por si acaso en España no encontrábamos euros los primeros días', explicaba 'sin ánimo de ofender' una previsora pareja de suizos.
Al otro lado de las ventanillas de La Caixa y BBVA, los empleados declinaban amablemente hablar con la prensa - 'Instrucciones...'-, pero bastaba cambiar unos cuantos billetes para escuchar los comentarios algo jocosos con que amenizaban la agitada mañana en que el euro empezó a circular. 'Ese señor me quería cambiar unas monedas para comprar cigarrillos. ¡Se acercan para cualquier cosa!' Y es que las máquinas expendedoras de tabaco ya sólo aceptaban euros. Menos suerte tenían quienes, recién llegados a España, habían cambiado dinero para llamar por teléfono y se encontraban con que casi todas las cabinas rechazaban (o directamente se tragaban) las piezas en euros. 'Lea. La cabina dice: introducir tarjeta o moneda, pero no dice cuál', se lamentaba una ciudadana ecuatoriana.
Los viajeros que pretendían canjear más de 15.000 pesetas (90,15 euros) en oficinas de cambio lo tenían difícil. Y en las entidades financieras, el tope era el mismo que en las sucursales abiertas en la ciudad (100.000 pesetas o 901,01 euros), para evitar que en un día festivo, en que las empresas de transporte de seguridad no trabajaban, las oficinas se quedaran sin fondos. Los cajeros situados antes de pasar la aduana sólo facilitaban pesetas.
Sí se quedaron sin euros para el cambio algunas tiendas. Le ocurrió tres veces a la dependienta de The Airport Market. 'Otra vez al banco', suspiraba.
Y ajena al lío de la nueva moneda, una familia británica confesaba, rumbo a Liverpool, no haber visto nunca un euro. 'Eh, que nosotros estamos fuera de esto'.
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