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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Por detrás del horizonte

Yamandú Canosa (Montevideo, 1954) parece haber entendido siempre la pintura como el espacio de un trabajo comunicativo en donde lo fundamental es actuar con la mayor independencia. Entre sus preocupaciones manda la presentación de imágenes simbólicas en donde el espectador pueda reconocer signos visibles de problemas enraizados en su propia experiencia. Uno de ellos, y al que Canosa ha venido prestando una atención preferente, es el de la función del inconsciente como fundamento elusivo de la mente desde donde confrontamos todas nuestras cosas (Hotel Nada, 1991- 1993; Psico, 1998-2000).

En esta ocasión hablamos de una serie de pinturas y dibujos cuyo tema es el del horizonte. El horizonte entendido no sólo como metáfora canónica de una lejanía esencialmente inalcanzable, sino también como elemento determinante de la estructura de la composición. De hecho, el horizonte se vincula con el espacio y la mirada que marca una frontera imaginaria entre lo visible y lo invisible, el sentido y el sinsentido, pero también puede ser asociado a la experiencia del tiempo, puesto que el horizonte se mueve al ritmo con el que uno trata de aproximarse a él.

YAMANDÚ CANOSA. LA LÍNEA H

Pintura Galería Tomás March Aparisi y Guijarro, 7. Valencia Hasta el 12 de enero de 2002

En cierto modo, se trata de una cuestión de orden topológico, de lugares y de direcciones. El horizonte del que se ocupa Yamandú Canosa le sirve para distribuir las imágenes (sobre todo humanas y vegetales) como figuras incompletas aunque aparezcan enteras. La antítesis entre lo que hay por arriba y por debajo de la línea h invoca, de hecho, la ocultación inevitable de lo que hay por detrás.

Cuando se contemplan estas sobrias pinturas (óleos, y a veces bolígrafo sobre lino), se piensa en la multiplicidad de estratos que articula nuestra experiencia. Y tal vez se piensa igualmente en la manera en que algunos grandes románticos proyectaban la naturaleza. Los impresionantes horizontes de Friedrich, por ejemplo, remitían a una lejanía infinita frente a la cual nos mostraba al sujeto abrumado, meditativo, paralizado ante el espectáculo natural de lo sublime. Los horizontes de Yamandú Canosa, sin embargo, tienen mucho de paisajes, pero hace tiempo que pasaron por la convulsión surrealista, de modo que el orden aparente que nos proponen apenas oculta su condición interior. 'Una mente es una cosa terrible para ser despilfarrada', escribió en 1998 junto a un sofisticado termostato de calefacción de una sala de exposiciones holandesa. En realidad, lo más terrible de todo sería una mente incapaz de multiplicar y remover los horizontes, tanto los externos como los internos, tanto los del espacio como los del tiempo.

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