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DON DE GENTES
Columna
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La suerte de la fea

Elvira Lindo

HA LLEGADO LA NAVIDAD, una fecha que si bien para muchos sólo significa dispendio y consumismo descontrolado, a los creyentes auténticos, entre los cuales me encuentro, nos sitúa más cerca de Dios. Yo he tenido momentos de crisis espiritual, momentos puntuales, como cuando la Rowling empezó a quitarme, la muy guarra, de los escaparates de las librerías para acapararlos ella, sobre todo de los escaparates de Crisol (la librería amiga). Desde aquí te lo digo, Jesús (y no me refiero al Jesús cuyo nacimiento celebramos estos días): 'Haz algo, por Dios, ya que tantas veces me acusan de ser una sierva más del Grupo PRISA, al menos que sea verdad. Un poquito de prebendas, Jesús'. También me entró la crisis el otro día. Llaman a la puerta, din don, yo ya iba con las mil pesetas para los basureros, que en estos días uno se gasta un pico sin salir de casa, pero no, era la cesta de EL PAÍS. De momento me dio alegría, pero luego, viendo que la cesta sólo era para mi santo, aparte de la crisis puramente espiritual, dos sentimientos me invadieron:

A) Rencor hacia esa empresa que me ningunea.

B) Envidia a mi cónyuge.

Y para aliviarme de dicho mal rollo, hice como la zorra con la uvas: despreciar la cesta: 'No es por nada, corazoncillo, pero es cierto que todo ha cambiado a partir del september-eleven: la cesta ya no trae aquellas latas de sardinillas de antaño, ni aquellos berberechos que tan felices hacían a nuestros pequeños, y el lomo que siempre mandaron entero ahora viene partido por la mitad. ¿A qué colaborador le habrá tocado la otra mitad de tu lomo, al Roto, a Javier Tusell, a Vargas Llosa? A Vargas, fijo que le habrán mandado el lomo entero'. Nadie como una mujer para meterle el demonio en el cuerpo a un santo. Incluso le he convencido para que cuando se encuentre a dicho escritor peruano saque a relucir el tema-lomo. Desde aquí te lo digo, Jesús: 'Me duele este desprecio'. Conste que a mí la cesta en sí me chupa un pie, la utilizo como todos, para quedar bien con mis operarios sin gastarme un duro. Lo importante es el detalle. Tengo mis crisis espirituales, pero luego me recompongo y pienso como Tom Cruise en el momento en que se afilió a su Cienciología: 'Oh, Dios; tiene que haber algo'.

Menos mal que algunos lectores me mandan christmas, y eso reconforta. Me ha llegado uno con unos ciervos que llevan a Papá Noel y te saludan con la pata mientras vuelan. Me gusta tanto que se lo he puesto a mi santo en su despacho tapando la foto enorme de Marilyn Monroe (con cinco christmas más que me manden le tapo la cara al mito erótico). El lector me dice: 'Ya sabemos que nunca ganarás el Premio Cervantes, pero qué importa si en 2001 nos hiciste pasar ratos estupendos'. Al principio el mensaje te emociona, pero luego reflexionas: ¿como que 'ya sabemos?' ¿Todo el mundo sabe que jamás ganaré el Premio Cervantes? Miré el remite a ver si era de mi padre, porque el estilo sincero me parecía el suyo, pero no. A partir de ahora, que haga estos artículos Fernando Arrabal, que tiene más gracia que yo y es candidato. Por Dios, que voy a tener que hacer una carta tipo para que mis lectores aprendan a alabarme sin ofender.

No ganaré nunca el Premio Cervantes. Tampoco seré reina de España. No tengo edad. Ni estatura. Al lado de Felipe, pareceríamos el Príncipe y la rana encantada (encantada sobre todo). Él me tendría que alzar en los balcones para saludar al pueblo. Pero tampoco mi currículo cuadra con las aspiraciones de esos comentaristas tan finos que han brotado en España. Yo no he sido modelo (es evidente), pero he sido cosas peores. En el caso hipotético de que hubiera llegado a ser la prometida, los charlistas que todo lo saben tendrían que dar cuenta de mi currículo: guionista de las Mamachicho, aparición estelar con peluca verde en TVE haciendo de domadora de caimanes, guionista de las Cacao Maravillao, y lo que es peor: de Cruz y Raya, y me faltaría sitio para contar mis vergüenzas juveniles. Aquí los monárquicos se han puesto fundamentalistas y a los republicanos les ha salido la vena rencorosa: 'Ya que es Príncipe, que se case con una fea'. Los hombres que dicen eso es que no han comprobado todavía el encanto de una fea poderosa. En el maravilloso libro de Philip Roth, La mancha humana, hay un personaje que dice: 'Siempre que voy a un baile busco a las feas, las pobres están tan acomplejadas que hacen lo que sea por hacerte feliz'.

Por cierto, me ha llegado un libro de cara a las Navidades llamado El príncipe enamorado, para niños y papás concienciados. Trata de un príncipe del siglo XIV que renuncia al trono para irse con Karim, un criado musulmán que está superbueno y se le mete en la cama al príncipe una noche de tormenta. Me dirás tú a qué niños de amigos míos les regalo yo semejante historia. Igual se lo mando a su majestad el Rey para que se lo lea a sus froilancillos junto al fuego. O a Alberto de Mónaco para que se lo cuente a los hijos de los distintos guardaespaldas de Estefanía (o para él mismo). Desde aquí le digo a su majestad el Rey: 'Hay casos peores que el suyo; el príncipe Rainiero habría pagado para que a su Alberto le gustara Eva Sanum'.

Mercadillo de Navidad de la Plaza Mayor de Madrid.
Mercadillo de Navidad de la Plaza Mayor de Madrid.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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