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Columna
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Victoria

Un alto magistrado afgano ha hecho declaraciones sobre cómo será el reparto de justicia en su país, ahora que los malditos talibanes han sido derrotados, encarcelados, descuartizados o ahuyentados. Tales manifestaciones, recogidas por la agencia France Presse, no han merecido gran despliegue en los medios, sólo una atención digamos anecdótica. Craso error, en mi opinión, pues la información da cuenta de lo más inmediato que hemos logrado gracias a nuestra victoria sobre las fuerzas del Mal (o Evil, que en inglés sirve lo mismo para clasificar a Bin Laden que a Bette Davis) en Afganistán. Algo es algo, dado que los provechos a medio plazo se producirán más adelante, cuando ese caballero que hemos puesto como presidente y que tanto se parece a Ben Kingsley (igual lo es: Hollywood está ayudando mucho en la distribución mundial del neomacarthysmo), se arremangue junto a sus jefes occidentales y ponga en práctica la construcción de oleoductos para el control del crudo. Hasta entonces nos iría muy bien saber que no hemos bombardeado en vano, y que hemos conseguido, una vez más, que todo cambie para que todo siga igual.

Para empezar, el alto magistrado ha dicho que se acabaron las lapidaciones de adúlteros con piedras grandes. Lo cual no sólo constituye un alivio, sino que contribuirá al desarrollo del sector gravas y gravillas. Pero hay más (siempre lo hay): seguirán amputando miembros para impartir justicia infinita (e inolvidable, sobre todo si te atas un lazo en el muñón) y seguirán ejecutando, pero a la aplicación de la pena capital no seguirá la exhibición del cuerpo del culpable (o del inocente, qué más da) durante cuatro largos días. No, señor. Nuestros triunfantes aliados sólo lo mantendrán colgado durante 15 minutos. Suficiente si consideramos que otro resultado de nuestra hazaña ha sido reimplantar la televisión. Un cuarto de hora en directo llega a mucha gente. Y siempre se puede repetir en redifusión.

Lo mejor, sin embargo, es que el elevado magistrado dice que el estadio de Kabul ya no servirá para celebrar las ejecuciones, sino actos deportivos. Hemos recuperado el más importante símbolo de la civilización: los partidos de fútbol.

Viva la Operación Libertad Duradera.

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