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El hombre del consenso que cimentó el banco

Emilio Ybarra y Churruca (San Sebastián, 1936) tenía tan sólo 28 años cuando comenzó a trabajar en el Banco de Bilbao. Une los apellidos de dos conocidas familias entroncadas en los inicios del desarrollo industrial que impulsaron los sectores del metal, químico, naviero y papelero. La siderurgia fundada por sus antecesores fue el germen de los míticos Altos Hornos de Vizcaya en la ría del Nervión. Representante de lo que se ha dado en llamar 'la burguesía de Neguri', el selecto barrio de Getxo, Emilio Ybarra, casado con María Aznar y padre de cuatro hijos, es licenciado en Derecho por la Universidad de Valladolid y en Ciencias Económicas por la Universidad de Deusto en Bilbao.

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Ingresó en el Bilbao en 1964 y en 1971 fue nombrado miembro del consejo de administración. En 1976 ascendió a consejero delegado, y en 1986, a vicepresidente. Con la fusión de los bancos Vizcaya y Bilbao en enero de 1988 (tan sólo un mes después de la frustrada OPA que José Ángel Sánchez Asiaín lanzó desde el Bilbao sobre el Banesto que presidía Mario Conde), Ybarra mantuvo la vicepresidencia del nuevo banco en el momento más decisivo de su carrera profesional. La muerte en diciembre de 1990 de Pedro Toledo -antiguo presidente del Vizcaya y copresidente del BBV- abrió una crisis en la primera línea ejecutiva del banco, que contaba con una notable sobretasa de cerebros bancarios. Tras varias semanas de disensiones entre los directivos procedentes de uno y otro banco y una creciente pérdida de imagen, el entonces gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, tuvo que intervenir para apaciguar los ánimos y dirigir la paz. La solución de consenso se llamó Emilio Ybarra, un directivo de corte profesional que no se había desgastado en la enorme pugna. Y ponía fin a una batalla enconada en la que el Bilbao quedó en primacía sobre el Vizcaya.

Aunque en un primer momento se le achacó falta de carácter, el tiempo ha demostrado que su prudencia y su voluntad dialogante ha resultado una extraordinaria combinación para pilotar el barco. En los primeros meses tuvo que hacer gala de una mano izquierda fuera de lo común para restañar las heridas de la pelea. Y, al tiempo, logró crear una entidad para competir en los mercados internacionales. La experiencia fue, en cualquier caso, de gran utilidad para saber lo que no debía hacerse tras la fusión con Argentaria en octubre de 1999.

En su afán por ganar el liderazgo de la banca nacional, Ybarra intentó quedarse con Banesto en la subasta a sobre cerrado que organizó el Banco de España para vender la entidad quebrada por la gestión de Mario Conde. Pero perdió la puja con el Santander, que presidía su tocayo Botín. También perdió la segunda licencia de telefonía móvil, un año después, en lo que sería Airtel (ahora Vodafone), a manos del banco cántabro. A pesar de ser hombre de consenso y de mantener buenas relaciones, no pudo evitar el éxodo de varios pesos pesados del antiguo Vizcaya como Alfredo Sáenz, al que se había confiado el reflotamiento de Banesto y al que Botín no dudó en fichar con más de una docena de ex vizcayas; o de Ángel Corcóstegui, quien se encargó del saneamiento del Banco Central Hispano (posteriormente fusionado con el Santander).

Casero y amante de la caza, le gusta pasar los fines de semana en su finca de la provincia de Toledo. Hombre poco dado a declaraciones públicas, ha sabido mantenerse fuera de los círculos políticos para no quemar su imagen de gestor lineal y prudente. Tuvo el gran acierto de elegir a Pedro Luis Uriarte, un ejecutivo con gran predicamento, como su lugarteniente en plena guerra de las familias en el año 1994, tras la que José Domingo Ampuero, representante de ese grupo, fue nombrado vicepresidente.

El Programa de los 1.000 días que diseñaron y desarrollaron fue un espaldarazo a los resultados y la clave para demostrar que su apuesta había sido exitosa. El tándem ha cimentado el banco en los últimos siete años, un periodo en que la banca española ha tenido que adaptarse a la fuerte competencia en el mercado bancario español con la implantación del euro.

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