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Reportaje:Raíces

Cuando Málaga vivía del campo

Grice-Hutchinson edita en castellano 46 años después que en inglés su vida en un cortijo

Hubo un tiempo no demasiado lejano en que Málaga estuvo rodeada de campo, pero de verdad, con cortijos donde se producía leche, trigo y otros cultivos de los que dependían centenares de familias. En dos de ellos, en la finca de San Julián y en la de Santa Isabel, vivió la pensadora Marjorie Grice-Hutchinson (91 años), doctora honoris causa por las universidades Complutense de Madrid y de Málaga. En la primera pasó las vacaciones junto a su padre, y en la segunda sudó junto a su marido, el barón Ulrich Schippenbach, y, sobre todo, se solidarizó con unos campesinos analfabetos, que trabajaban de sol a sol, que usaban medios muy rudimentarios para su labor, y que veían amenazada su subsistencia por continuos períodos de sequía.

Sus experiencias quedaron escritas en un libro, Málaga Farm, publicado en Londres en 1956 y que ahora, 45 años más tarde, ha sido traducido por los profesores Andrés Arenas y Enrique Girón y publicado por la editorial Ágora bajo el título de Un cortijo en Málaga, con el propósito de que los más jóvenes sepan que aquella Málaga existió, que no es ciencia ficción. 'Lo tenía olvidado, pero hace un par de años lo releí y se me ocurrió que ahora podría interesar al público español porque descubre un mundo totalmente distinto al que ahora conocemos', cuenta Grice-Hutchinson. 'Pienso que a los jóvenes les gustaría saber que existió un mundo rural en los alrededores de Málaga y a los mayores recordarlo', prosigue.

Y parece no equivocarse. Al acto de presentación celebrado el lunes en la Sociedad Económica de Amigos del País, de la que Grice-Hutchinson es secretaria general, convocó a personas que fueron sus alumnos en las escuelas fundadas por su padre en Churriana.

Para Grice-Hutchinson, Un cortijo en Málaga es básicamente un libro de memorias. Pero para el historiador Juan Antonio Lacomba, que lo ha prologado, es algo más, 'un enjundioso recorrido por los más variados aspectos del mundo malagueño de la época, que deja, además de un bello texto, un preciso documento de gran utilidad para conocer un momento de su historia y unas maneras de vida'. Lacomba no oculta su extrañeza por el hecho de que el libro no se haya traducido hasta ahora, cuando sí lo han sido otros textos de viajeros extranjeros que 'muchas veces sólo ofrecen una mirada superficial o deformada de la realidad'.

Además de relatar de forma minuciosa los tipos y sistemas de cultivo y las penalidades de las labores agrícolas y ganaderas, Grice-Hutchinson da una visión antropológica con relatos de fiestas, costumbres, tradiciones, gastronomía, e incluso relaciones humanas, y describe con precisión los paisajes de la vega, del mar y de la ciudad de Málaga de mediados del siglo XX.

Y más allá de esta recreación, el presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País y también historiador, José María Ruiz Povedano, sostiene que la edición en castellano de Málaga farm 'va a contribuir a establecer el contrapunto dialéctico entre el ayer y el hoy, la continuidad y el cambio, las modificaciones de estructuras sociales antagónicas entre sí y la comparación entre los viejos y nuevos valores colectivos'.

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El problema es que hoy ya no será posible, al menos en la costa de Málaga, seguir recomendaciones que Grice-Hutchinson hacía en 1956 a los viajeros 'sensibles', como la de ver regar los campos, 'el espectáculo más fascinante y genuino en España, en lugar de verse obligado a asistir a la inevitable corrida de toros'.

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