Un país en donde se dimite

El 20 de noviembre de 1997, el número dos del Gobierno socialista portugués y ministro de Defensa, António Vitorino, hoy día comisario europeo de Justicia e Interior, dimitía de sus cargos por el supuesto impago de un impuesto municipal que más tarde se revelaría falso. En aquella ocasión, el brazo derecho de António Guterres explicó que con esa decisión volvería 'a ser un ciudadano común sin ningún tipo de inmunidad para que mi posición legal y fiscal pueda ser completamente aclarada'.

El 5 de marzo de este año, el ministro de Transportes y Obras Públicas, Jorge Coelho, dimitió por el derrumbe de un puente sobre el río Duero, en las cercanías de Oporto, que causó 59 víctimas. A las 3.40 horas de la madrugada, seis horas después del accidente, Coelho afirmaba: 'El concepto que tengo del poder político hace que siga lo que siempre he defendido en el ministerio: la culpa no puede morir soltera. Como es obvio, el concepto que tengo de esas funciones hace que asuma por completo la responsabilidad política de este accidente. He dimitido de forma irrevocable y no he puesto mi cargo a disposición, que es algo muy diferente. Llevo demasiados años en política como para jugar con aquello que no se puede jugar. Es una decisión seria e irreversible'.

En un gesto inusual en España y más próximo a la tradicional influencia británica de Portugal, el primer ministro, António Guterres, anunció en la madrugada de ayer su dimisión tras el fracaso obtenido por los socialistas en las elecciones municipales del domingo. Con una mayoría prácticamente absoluta en el Parlamento (a falta de un diputado), el jefe del Gobierno portugués justificó su dimisión, a la que constitucionalmente no estaba obligado, en 'restablecer las relaciones de confianza entre los electores y los elegidos (...), evitar que el país caiga en un pantano político y clarificar la situación nacional'.