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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El contemplador exquisito

En el corazón la melancolía de los románticos, en los ojos el susto del esteta frente al mundo industrializado y en la mente 'las grandes cosas que elevadas suceden', así empieza Rilke alrededor de 1900 a componer los poemas del Libro de las imágenes. Tiene 27 años cuando se publica en 1902 una primera edición en la que parece hablar un maduro narcisista que se contempla a sí mismo y al mundo desde la distancia de la experiencia: 'Vuelve a oírse más alto el rumor de mi vida profunda, / cual si corriera ahora entre orillas más anchas. / Las cosas me resultan cada vez más afines / y cada vez las imágenes más nítidas'. El joven, si bien no desconocido poeta de Praga, había dado el paso definitivo de la ególatra poesía de sentimiento hacia una objetivación poética centrada en 'imágenes' captadas al deambular por las calles de las grandes ciudades, por la naturaleza o por los libros de historia y de leyendas. Así que encontramos 'Gentes de noche', 'La canción del mendigo', 'Fin de otoño' o 'Carlos XII de Suecia cabalga por Ucrania' en este Libro de las imágenes, que sin duda puede considerarse el primer poemario de gran calado y de validez atemporal de Rainer Maria Rilke.

EL LIBRO DE LAS IMÁGENES

Rainer Maria Rilke Versión de Jesús Munárriz Hiperión. Madrid, 2001 248 páginas. 2.200 pesetas

Este salto de maduración

en la obra coincidía con unos cambios fundamentales en la existencia errante de René, como le solía llamar su madre. Había sido despedido por su gran amor Lou Andreas Salomé, tras el segundo viaje con ella por Rusia, y había conocido en la colonia artística de Worpswede, una aldea al norte de Alemania, a un grupo de artistas con ideas afines, especialmente a la pintora Paula Modersohn-Becker y a la escultora Clara Westhoff, su futura esposa. En la convivencia con estas dos jóvenes mujeres -'las muchachas' en su diario y en los poemas-, que habían estudiado arte en París, Clara como alumna de Rodin, aprendió Rilke a mirar las cosas con nuevos ojos. '¡Cuánto aprendo al contemplar estas dos muchachas (...)! ¡Cuánto más cercano me siento ahora de nuevo de todo lo inconsciente y maravilloso! (...) Mi vida entera está llena de las imágenes con las que puedo hablarles a ellas'. Así nacían muchos poemas, algunos en directo homenaje, como 'De las muchachas' o 'El cantor canta ante un hijo de príncipes' (que, por cierto, debería ser una hija, porque en alemán 'Kind' es neutro y el poema está dedicado a Paula Modersohn-Becker). Otros, especialmente en la segunda parte del libro, recogen en forma de balada experiencias de los viajes rusos -'Los zares'- o de la posterior estancia en París -en el ciclo 'Las voces'- donde retrata a una abigarrada fauna callejera. Rilke se me mete en la piel de todos y cada uno de estos personajes con una asombrosa capacidad de sentir y plasmar las vivencias ajenas. Se trata por eso de una recopilación muy heterogénea por no decir algo incongruente, tanto por la diversidad de temas como por los desniveles de calidad.

En versión fidedigna de Jesús Munárriz se brinda ahora por primera vez al lector español la oportunidad de conocer el contenido íntegro de la edición definitiva de 1913, revisada por Rilke y ampliada casi el doble de poemas con respecto a la de 1902. Y versión fidedigna significa en este afortunado caso, ras en ras con el original, con cierta correspondencia rítmica, pero sin conservar la rima, falta que se suple con la presentación bilingüe. Curiosamente, leer estos poemas sin el canto de sirenas de su rima esplendorosa, absolutamente avasalladora, contribuye de alguna manera a entenderlos mejor. Porque precisamente con la perfección formal de los versos, con sus intrincados juegos de palabras y su virtuosidad melódica, el alcance del pensamiento rilkeano queda fácilmente tapado. Y aunque para el lector de hoy a menudo resultan excesivos el pathos y el preciosismo verbal -las muchachas son perlas, turquesas y piedras preciosas, los ángeles resplandor y aleteo, alrededor de los personajes históricos ondean sin cesar 'banderas y colgaduras escarlatas'- siguen emocionando profundamente poemas como 'Infancia': 'Lento transcurre el tiempo de la escuela y su angustia / con esperas, con cosas apáticas únicamente. // Oh soledad, oh pérdida de tiempo tan pesada...'. O el 'Fragmento final' que cierra el libro: 'La muerte es grande. / Con la risa en la boca, / somos suyos. / Y cuando nos creemos en mitad de la vida, / la muerte osa llorar / en medio de nosotros'.

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