'Los colonos nos quedamos'
Entre la rabia y la ira por el último atentado, los asentamientos piden la expulsión de Arafat y el fin de su Gobierno
'El Ejército nos ha abandonado, pero Él nos sigue protegiendo', asegura la comunidad ultraortodoxa judía Haredim (los Temerosos de Dios) del asentamiento de Emanuel, a poco menos de 70 kilómetros al norte de Tel Aviv. Ayer, tras haber sufrido el día anterior el embate feroz de la guerrilla radical palestina, las 700 familias de esta colectividad se aprestaban a participar en el entierro de sus diez víctimas; el más joven, Yar Amar de 13 años; la mayor, Israel Shteinberg, de 46, padre de nueve hijos.
'Lo peor no es que estuviéramos desprotegidos, lo más grave es que además nos han engañado', repetía con ira el responsable del consejo local, Issachar Frankenthal, mientras explicaba, por ejemplo, que la compañía de transporte público, propietaria del autobús de servicio habitual atacado por el comando palestino en el que murieron los diez vecinos, les había asegurado que el vehículo estaba perfectamente blindado y podía resistir a cualquier asalto terrorista.
El sentimiento de vulnerabilidad se mezclaba ayer por la mañana con el de indignación en las calles de Emanuel a medida que la prensa local e internacional iba confluyendo a las puertas del asentamiento. Sólo así se explica que algunos reporteros fueran recibidos con pedradas por parte de los más jóvenes de la comunidad, o que los responsables de los asentamientos de la región, en reunión extraordinaria en la sede del ayuntamiento, acordaran de manera unánime pedir la expulsión a un país extranjero del presidente Yasir Arafat y el desmantelamiento de la Autoridad Nacional Palestina. El asentamiento de Emanuel es un crisol de la religión. Fue construido en 1983, recibiendo desde el primer momento de su apertura una tropa de fieles ultraortodoxos judíos provenientes de todos los rincones del mundo; sefarditas de Túnez, miembros de la comunidad del Bronx neoyorquino, originarios de Tel Aviv o de otras centros religiosos como los de Safet a orillas del Tiberiades. Pero el gran impulso que ha permitido a este enclave convertirse en la catedral de los Temerosos de Dios -Haredim- se lo dio el propio Estado en 1990, cuando el titular del Ministerio de la Vivienda era el actual jefe de Gobierno israelí, Ariel Sharon, quien volcó en el proyecto un caudal de ayudas.
La comunidad de Emanuel es además el resultado de una experiencia política. El movimiento colono de Israel, de carácter eminentemente no religioso y que cuenta con 195 núcleos en Cisjordania y Gaza y con una población de cerca de 200.000 habitantes, ha convertido este asentamiento en un ejemplo a partir del cual se han construido en esta región de Brakha, una de las más pobres y deprimidas de la zona, otras cuatro colonias religiosas similares -Kiryat Sefer, Beitar Elite, Hashmomain y Maale Amos- en una operación destinada a ganarse el apoyo y la alianza de los ultraortodoxos judíos.
'Nada de lo sucedido ayer nos llevará a dejar nuestras casas. Estamos aquí porque hemos decidido dar un sentido religioso a nuestras vidas, recuperando las tierras bíblicas de nuestros antepasados, dedicándonos al mismo tiempo al estudio permanente de las Sagradas Escrituras', afirmaba ayer en la calle Gabriel Hanan, de 30 años, padre de cuatro hijos, estudiante permanente de la Yeshiva -seminario religioso judío-, oriundo de la isla tunecina de Yerba.
Pasión religiosa
La pasión religiosa de sus vidas les había hecho olvidar durante cerca de un año que vivían en el corazón de los territorios palestinos, en medio de una Intifada, a poco menos de veinte minutos de la ciudad autónoma de Nablús, uno de los núcleos más radicales de la guerra santa -la Yihad- contra Israel, punta de lanza de Hamás y Yihad Islámica, de donde partieron sus atacantes.
Ayer por la mañana, como si el estallido de las explosiones les hubiera devuelto a la realidad, un grupo de jóvenes de Emanuel colocaba un gran cartel a las puertas de su asentamiento: 'Kahanne tenía razón', en evocación de las doctrinas radicales del rabino Meir Kahanne, el gran propagandista de la expulsión de los árabes a los países vecinos, que en noviembre de 1990 murió tiroteado en un hotel de Nueva York.
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