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Columna
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La rémora vasca

Fue el pasado día 5, al atardecer, bajo las altas bóvedas y las horribles pinturas primorriveristas del salón de Sant Jordi, en el palacio de la Generalitat. Entre la magra concurrencia al acto institucional conmemorativo del Día de la Constitución, buena parte de los comentarios giraban en torno a los exabruptos proferidos el día anterior por doña Julia García-Valdecasas, ese brillante ejercicio de estulticia por el que la delegada del Gobierno leyó 'la negociación de España' donde le habían escrito 'la negación de España' y sostuvo, impávida, que el 91% de los catalanes votaron en 1978 a favor de la Constitución, cuando lo hicieron el 61,6% de los censados. Se hablaba también, con mayor preocupación, acerca de los dos discursos con los que, aquel mismo miércoles, el presidente Aznar había solemnizado en Zaragoza y Madrid su doctrina del fundamentalismo constitucional, guarnecida además de sarcasmos y menosprecios contra quienes no compartan el pensamiento único del Partido Popular. En ese contexto más bien pesimista, cierta altísima autoridad política catalana dejó caer una sentencia que a algunos de los que la escucharon pudo parecerles extemporánea: 'El tema vasco nos hace mucho daño', dijo.

Que el comentario no estaba fuera de lugar lo ponen de relieve recientes avatares internos del principal partido de la oposición. Hace apenas diez días, y tras la ruidosa ruptura entre Madrid y Vitoria a cuenta de la renovación del concierto económico vasco, el líder del PSOE se ofrecía personal e institucionalmente para mediar en el pleito, para acercar posturas entre La Moncloa y el tripartito vasco; de hecho, la posterior propuesta socialista sobre participación de las comunidades autónomas en reuniones de la Unión Europea debe entenderse como una concreción de la oferta mediadora de Rodríguez Zapatero, desdeñada ipso facto por Aznar. Incluso el siempre reacio Nicolás Redondo, secretario general del Partido Socialista de Euskadi, parecía situarse en esa misma línea cuando declaró, el 6 de diciembre, que 'el PSE está dispuesto a sentarse con el PNV para ampliar zonas de consenso'.

Sin embargo, la alegría ha durado poco en casa del federalista. El pasado sábado, y desde las páginas de EL PAÍS, la eurodiputada socialista vasca Rosa Díez aprovechaba un artículo (Se acabó lo que se daba) consagrado a glosar los recientes acuerdos antiterroristas del Parlamento Europeo para inferir de la no participación del PNV en aquel voto gravísimas descalificaciones morales ('¿cómo esperan el PNV e Ibarretxe que creamos sus manifestaciones de condolencia en los funerales?') y hacer apostillas incluso contrarias a la línea oficial del PSOE: 'Menos mal que no se sientan en el Consejo de Ministros europeo...'. Tales asertos, empero, iban a palidecer muy pronto ante la entrevista con Nicolás Redondo Terreros que el diario Avui publicó al día siguiente.

'A mí lo que pasa es que me repugna cualquier cosa que huela a nacionalismo', afirmaba en aquella memorable pieza periodística el número uno del socialismo vasco. Y uno se pregunta si tal confesión de asco -de asco, no de discrepancia- ante la ideología con la que se identifican más de la mitad de los votantes vascos es pertinente, si es útil al PSE y a la causa de la pacificación de Euskadi; máxime, cuando el cosmopolita Redondo confiesa en otro pasaje: 'Yo siento un país, que se llama España, que es el más tolerante del mundo, y cuando voy a Sevilla me siento en casa, y cuando voy a Grenoble no'. ¿De qué sirve, a quién beneficia, en plena y descarada ofensiva patriótico-constitucional del PP, hacerle el caldo gordo y resucitar el estilo verbal del malogrado Ricardo García Damborenea?

Hombre de pocas ideas, pero fijas, Redondo Terreros explicó también, en la citada entrevista dominical, su receta táctica para que el panorama político vasco cambie a mejor: 'Es necesario que el PNV pierda y se sienta débil'. O sea, exactamente el mismo latiguillo que el bloque PP-PSOE repitió ad nauseam durante los meses anteriores al pasado 13 de mayo y que las urnas se encargaron de desautorizar... Pues bien, al parecer la consigna ha sobrevivido al fracaso, sólo que ahora se remite a que, en las próximas elecciones municipales, el partido de Arzalluz reciba 'un correctivo'... Habida cuenta de que tales comicios tendrán lugar en junio de 2003, no cabe sino invocar aquella frase hecha: 'Cuán largo me lo fiáis...'.

Dicho esto, erraría quien creyese que la estrechez del liderazgo de Redondo, su aparente vocación de comparsa del PP, su absurda pretensión de que quien obtuvo el 17,8% de los votos imponga el programa a quienes sumaron el 48,2%, que todo ello sólo afecta al Partido Socialista de Euskadi. Según el mismo Redondo se envanece de asegurar, 'políticamente, el PSE da el principal crédito al PSOE en toda España', y él cuenta con el apoyo de Rodríguez Zapatero para seguir dirigiendo el partido. ¿Cabe deducir de ello que al PSOE y a su secretario general también les 'repugna todo lo que huela a nacionalismo'? ¿No huele a nacionalismo el acuerdo sobre el autogobierno que han concertado en Cataluña el PSC, Esquerra e Iniciativa? ¿Es compatible, dentro de un mismo partido, la línea de Maragall y la línea de Redondo Terreros? ¿Sirve de algo que el PSC se esfuerce en agasajar a Odón Elorza, cuando quien manda en el PSE es el otro...?

Sí, definitivamente, el tema vasco nos hace mucho daño...

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