Los nuevos frentes de la guerra contra Al Qaeda
La segunda fase de la guerra de Estados Unidos en todos los frentes contra el terrorismo internacional recibió un impulso decisivo cuando, en Bucarest, ministros de 55 países de América, Europa y centro de Asia, en la reunión de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa), decidieron apoyar un plan de acción común antiterrorista, impulsado por el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, que acudió a esta cita anual.
Además de impulsar el desmontaje de las células de Al Qaeda y grupos relacionados con la organización de Bin Laden en Europa, Estados Unidos y otros países, la Administración de Bush no había esperado a esa importante reunión en la capital húngara para abrir nuevos frentes con tres objetivos principales en su línea de mira: Somalia, Irak y, en parte, Palestina, considerada como caldo de cultivo de terroristas. Qaeda ha actuado en lo que algunos han llamado el 'teatro intercontinental de operaciones', y en este amplio frente ha reaccionado la coalición internacional que surgió del ataque del 11 de septiembre. Sin el apoyo de Rusia y de China, tal coalición no hubiera sido posible. Y lo que viene después, tampoco.
Somalia es un Estado fallido, sin Gobierno, prácticamente dividido en tres partes, dominada cada una por sus propios 'señores de la guerra'
En Yemen hay aún muchos 'afganos' que combatieron con Bin Laden contra la invasión soviética, con apoyo de Arabia Saudí y la CIA
Irak, en el punto de mira
Hasta ahora y para respiro de los europeos al menos, la guerra, la respuesta propiamente bélica al 11 de septiembre, se ha limitado a Afganistán y los países vecinos que apoyan a EE UU, y parece geográficamente limitada. Irak está en el punto de mira, pero probablemente Washington, dividido al respecto, aumente las presiones sobre Bagdad antes de dar ningún paso. A diferencia de Afganistán, en Irak no hay ninguna Alianza del Norte para hacer el trabajo más sucio.
En las listas de los posibles objetivos de Estados Unidos, expuestas por varios de los responsables de la Administración, figuran desde Libia hasta Corea del Norte. Pero en los nuevos frentes abiertos, especialmente en Somalia, Estados Unidos está siguiendo una táctica similar a la que ha practicado en Afganistán, sólo que sin bombardeos: apoyo a las fuerzas locales. Son éstas las que han de librar las batallas en tierra, mientras EE UU pone todo su poderío esencialmente desde el aire y con comandos altamente especializados, aunque al final haya tenido que desembarcar a más de mil marines en Afganistán.
Esta segunda fase de lo que Colin Powell ha calificado de 'campaña larga y dura' puede acelerarse con el derrumbe del régimen talibán más rápido de lo esperado, a pesar de ser muy sangriento y con un enorme número de muertos que se descubrirá después. Pakistán es otro centro de apoyo a Al Qaeda, quizá el más delicado de tratar, pues el Gobierno de Musarraf es una pieza clave en la campaña militar de EE UU en Afganistán. Egipto también lo es en Oriente Próximo.
Somalia, donde Estados Unidos no olvida que en 1993 murieron 18 de sus soldados en una operación de mantenimiento de la paz, es probablemente el objetivo principal de Estados Unidos tras Afganistán, para evitar la repetición de lo ocurrido: que una red terrorista se haga con un país, lo domine y lo convierta de hecho en una plataforma para sus acciones. Como Afganistán, Somalia es un Estado fallido, sin Gobierno, prácticamente dividido en tres partes dominadas cada una por sus propios señores de la guerra. Tiene una comunidad islámica importante y su propio grupo islamista radical armado, Al Ijaad al Islamiya. Al Qaeda parece también disponer allí de bases y centros de entrenamiento. Se sabe que en 1993 Bin Laden envió algunos de sus lugartenientes a Somalia y que tras el 11-S de esas tierras salieron algunos de los mal llamados árabes afganos para participar en el ejército del millonario saudí. Entre éstos hay de todo: chinos, indonesios, filipinos, chechenos, etcétera. También se les busca en Uganda y otros lugares.
Estados Unidos cuenta para esta operación con Etiopía, que le venía presionando para lanzar una ofensiva contra los militantes islamistas en Somalia, y de paso lograr una recomposición geopolítica de toda la zona. A finales de noviembre entraron un millar de fuerzas etíopes en apoyo del depuesto coronel Abdulahi Yusuf Ahmed, lo que puede señalar el principio de otra gran operación, alejada de los objetivos de las cámaras. Según esta versión, recogida por el centro de análisis independiente norteamericano Stratfor, Estados Unidos habría cerrado un acuerdo con Etiopía, Kenia, Eritrea y Djibuti para cercar el Cuerno de África. En Kenia, donde la población islámica es minoría (menos de un 10%), pero concentrada en Mombasa, se han llevado a cabo redadas contra islamistas en esta ciudad, de la que se supone salieron parte de los responsables del ataque de 1998 contra la Embajada de EE UU en Tanzania. Varias decenas de personas han sido detenidas, incluidas algunas del mundo económico.
Tales actos alimentan una tensión entre las diversas comunidades religiosas, y especialmente entre musulmanes y cristianos, en esta parte del África negra, que podría extenderse en la vertiente oriental de ese continente, e incluso en la occidental. El aumento de la influencia musulmana, la religión que más crece en África y otras partes del mundo, está generando nuevas líneas divisorias. Nigeria, país central, está literalmente partido en dos. En doce Estados en el Norte rige la ley islámica, frente a un sur preponderantemente cristiano.
En Sudán, donde Bin Laden también fue acogido, rige una división similar, aunque ahora, tras el 11-S y el bombardeo con misiles de crucero que recibió en 1998 contra una fábrica farmacéutica -error reconocido por EE UU-, se ha apresurado a compartir su inteligencia con EE UU y a ofrecer medios que Washington, sin embargo, ha acogido con un nada disimulado recelo. En Yemen hay aún muchos afganos que combatieron con Bin Laden contra la invasión soviética, con apoyo de Arabia Saudí y la CIA; no hay que olvidarlo.
Antiterrorismo y desvío del narcotráfico
UNO DE LOS OBJETIVOS de la estrategia de Washington es cerrar las vías de escape o de paso de los talibanes o miembros de Al Qaeda que huyan de Afganistán, evitar que se reagrupen y denegarle a la base todo territorio. Esta lucha va desde un extremo de África hasta Filipinas, donde la rebelión islámica en Mindanao, también, se supone, estuvo inspirada por Al Qaeda. Algunos filipinos que luchaban con Bin Laden en Afganistán habrían huido, pero están siendo seguidos. De nuevo, como en Somalia o en una primera parte de la guerra de Afganistán, EE UU prefiere actuar a través de proxies, o fuerzas intermediarias locales, aunque las apoye con dinero, medios, asesores militares y comandos. En Filipinas, Estados Unidos habría ofrecido dinero y material militar para luchar contra Abu Sayaf, un grupo musulmán también supuestamente vinculado a Al Qaeda. Y en la zona está la incontrolable e inestable Indonesia, la nación con más musulmanes en el mundo, sometida a todo tipo de tensiones. Colin Powell ha señalado que se necesitan 'distintos tipos de medidas, según los desafíos a los que nos enfrentemos'. La lucha antiterrorista que, bajo el mando del general Wayne Downing, se plantea Estados Unidos no está exenta de problemas derivados de la propia estrategia global planteada. Responde a una visión que ve un arco de crisis que va desde el Extremo Oriente y llega hasta América Latina, cuyo nexo es un islam que se ha globalizado. La conexión en estos años ha sido Afganistán en sus diversas fases. Las intervenciones indirectas pueden estar perturbando las rutas tradicionales del narcotráfico. De hecho, la lucha antiterrorista de Estados Unidos puede estar reñida con su 'guerra contra las drogas'. El cultivo de opio, prohibido por los talibanes en Afganistán, ha vuelto de nuevo en las zonas 'liberadas'. En el Cuerno de África, la ruta que pasaba por Somalia se está desviando hacia otros países, incluido Mozambique. Estados Unidos pretende arreglar el mundo. Veremos qué resulta. Esta larga campaña requiere medios de propaganda, financiación, técnico-militares, inteligencia, diplomacia, dinero para la ayuda al desarrollo y sanciones. Corre el riesgo de alienar a millones de musulmanes que no tienen nada que ver con Bin Laden. El enemigo es difuso. La guerra, también, y probablemente, sus resultados.
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