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Columna
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Blanchot, el oscuro

Sólo pude asistir a la segunda de las dos sesiones que en el Círculo de Bellas Artes de Madrid se acaban de tributar a la figura de Maurice Blanchot, pero me arrepiento más de haber faltado a la primera que de la asistencia a la segunda (en medio del tumulto que organizaron al lado los islamistas que fueron a escuchar a Juan Goytisolo y Edward Said), que, para empezar, me proporcionó dos alegrías simultáneas: la primera, la de saber que Blanchot sigue vivo pese a los 94 años que cumplió el pasado 22 de septiembre, en una vida siempre amenazada por la enfermedad y una pertinaz mala salud, desde una torpe operación a los 15 que casi la interrumpió entonces para siempre. Y la segunda, la de ver llena la pequeña sala María Zambrano, donde tuvo lugar el acto, algo bastante inesperado para mí, que todavía no me canso de hablar de él contra viento y marea desde hace casi 30 años, con la sensación de seguir clamando en el desierto, como tantas veces me sucede. No tan sólo Blanchot sigue vivo, sino que lo sigue estando para los lectores españoles, pues no solamente los esfuerzos de la editorial Arena Libros se están uniendo a los anteriores de Taurus, Paidos, Alfaguara, Monteávila (que está en una grave crisis política) y Pre-Textos, sino que las revistas Anthropos y El Archipiélago le han dedicado en el último mes sendos números monográficos, mientras cada vez se presentan más tesis doctorales sobre su figura y obra en nuestras universidades, donde la única incógnita es la de saber si después de su reforma podrán seguir por estos tan maravillosos caminos, y al freír será el reír, ya lo verán.

Cada vez se presentan más tesis doctorales sobre su figura y obra

Bien, después de haber respirado un poco en este espacio, casi a contracorriente del propio autor, que parece negarse siempre a vivir, a publicar o a escribir, tanto como a dejarse entrevistar, fotografiar o a dar noticias de sí mismo -su autodesvanecimiento es ya legendario, y en ello recuerda a los de Henri Michaux, J. D. Salinger o Thomas Pynchon-, la segunda sesión que se le tributó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid contó con un centenar de respetuosos oyentes, que asistieron durante dos horas y media a las intervenciones de su más reciente y mejor biógrafo, Christophe Bident (Maurice Blanchot, partenaire invisible, 1998), quien se refirió a él en un breve y espléndido resumen de los escasos y misteriosos aspectos autobiográficos de su obra, bautizándolo como 'el superviviente', mientras su editor y traductor, Isidro Herrera, le calificaba como 'el oscuro', aplicándole el adjetivo que utilizó en sendas ocasiones en las dos versiones de su primera novela, Thomas, l'Obscur (1941 y 1950), donde la enorme reducción a la que en la segunda sometió a la primera supuso la aparición de otro libro diferente, que pasó así de ser una novela propiamente dicha al primero de sus seis breves 'relatos' posteriores, para bucear de esta manera en busca de la definitiva 'desobra' a la que ha sometido a su 'obra' entera (que otros traducen por 'inoperante') para así afirmarla indefinidamente. Por último, su amigo, interlocutor intelectual y colaborador a distancia, Jean-Luc Nancy, catedrático de Filosofía en Estrasburgo, hablaba de su obra como de una 'Escritura Santa', o 'Sagrada', remontándose a unos orígenes iniciales que la hacen arrancar de Platón, San Agustín, Montaigne y Descartes para, invirtiendo las palabras, llegar a la 'santa' o 'sagrada escritura' que en su tiempo reveló Michel Foucault: 'Blanchot es el Hegel de nuestra literatura'.

Pues bien, si la obra de Maurice Blanchot ha sido escrita -o al menos así la leemos- como si nos llegara desde unos misteriosos tiempos que parecen originarios, por eso mismo -dijo Nancy- la seguiremos leyendo como si siguiera hablando, como si nunca se detuviera de seguir reescribiéndose sin parar, porque habla callando, porque de la misma manera que leer es releer, también es escribir, y tampoco se puede escribir sin reescribir, porque aquí, colocados (la vida, la escritura y la lectura) en el 'afuera' de la verdad y lo neutro, el 're' se superpone al 'ex' (de la ex-sistencia) para 'sentir' la búsqueda del 'sentido', donde se unen la literatura y la filosofía de una vez y sin cesar. No se preocupen, todo terminó bien aunque un poco tarde, los islamistas se habían marchado tan felices después de quejarse como es debido, y entre nosotros, mucho después, sólo un psiquiatra argentino se quejaba -todavía- de no haber citado a Lacan tanto como hubiéramos debido; que perdone.

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