_
_
_
_
Reportaje:

¿Quién mató a Marta Russo?

El Supremo italiano anula la sentencia que condenó a dos profesores

Italia se pregunta: '¿Quién mató a Marta Russo?'. No se trata del título de una serie de acción y de misterio a lo Twin Picks, sino de una interrogación que se hacen desde ayer millones de italianos en la intimidad de sus hogares. Hasta el 6 de diciembre, los asesinos de la estudiante romana de 22 años, alcanzada por un disparo cuando caminaba el 9 de mayo de 1997 por una de las calles del recinto de la Universidad romana de La Sapienza, tenían rostro y nombre. Se trataba de los ex asistentes de Filosofía del Derecho Giovanni Scattone y Salvatore Ferraro, condenados en febrero pasado por el tribunal de apelación a ocho y a cuatro años de cárcel, respectivamente. El primero, como autor material del disparo que alcanzó a Marta en la cabeza; el segundo, como encubridor del crimen. Sólo que la sentencia fue anulada el jueves por el Tribunal Supremo italiano de un plumazo. Los cinco jueces del alto tribunal que revisaron el caso no han presentado aún los motivos de la anulación, pero su veredicto de nulidad de la sentencia precedente por la debilidad jurídica de la misma no deja demasiado espacio a la imaginación. El caso Marta Russo, el misterio de La Sapienza, regresa así, gracias a esta nueva sentencia, a las discusiones de la calle. Y es que el asesinato de la joven alumna universitaria no fue uno de esos episodios que ocupan un día los titulares de las páginas de sucesos para desaparecer después sin dejar huella. La muerte de Marta Russo, por sus circunstancias y los muchos misterios que rodearon el crimen, estremeció a Italia entera. Los investigadores policiales se encontraron con un caso temible entre las manos. Un crimen atroz. Una joven cualquiera que un día cualquiera es alcanzada por un disparo en la cabeza mientras pasea por el recinto universitario acompañada de una amiga. La biografía de Marta Russo no tenía misterios, ni zonas de sombra. El arma de fuego utilizada en el crimen no fue encontrada nunca por más que se registró hasta el último rincón en la escena del delito.

La joven recibió un disparo en la cabeza cuando paseaba por el recinto universitario de La Sapienza

Presionados por la opinión pública y por los medios de comunicación, los investigadores iniciaron una política agresiva de interrogatorios y detenciones en el edificio del que, presuntamente, y según las pericias iniciales, había partido el disparo, el Departamento de Filosofía del Derecho. Los primeros interrogatorios no dieron resultados. Nadie había visto nada. Con métodos expeditivos, sin embargo, una persona, Gabriella Alletto, secretaria del departamento, cambió sus declaraciones iniciales y declaró haber visto a Giovanni Scattone y Salvatore Ferraro, el mismo día y a la misma hora en que cayó la muchacha, asomados a la ventana del aula 6. Alletto dijo que sorprendió a Ferraro guardando algo en su bolso, seguramente una pistola. Nuevas pesquisas, ordenadas por la fiscalía, encontraron huellas de pólvora en el alféizar de la ventana sospechosa y, para redondear la hipótesis que acusaba a los dos profesores, corrió la voz de que en un seminario del departamento se había debatido largamente la posibilidad de que exista realmente el crimen perfecto.

Scattone y Ferraro habrían disparado contra la desgraciada alumna por puro afán pedagógico, para demostrar que el crimen perfecto es realizable. Los jueces del primer tribunal que se ocupó del caso refrendaron, con su sentencia del 1 de junio de 1999, esta tesis, y condenaron a siete y a cuatro años de cárcel, respectivamente, a los dos profesores. Entretanto, Italia se había dividido entre los defensores de la inocencia de Scattone y Ferraro, y los convencidos de su culpabilidad. Una división incluso política. Del lado de los profesores se colocó buena parte de la izquierda, y en contra de ellos buena parte de la derecha. La única cosa cierta en este laberinto judicial a la italiana es que las pruebas utilizadas para sentar en el banquillo a los dos profesores se demostraron escandalosamente inconsistentes.

Giovanne Scattone y Salvatore Ferraro.
Giovanne Scattone y Salvatore Ferraro.LA PRESSE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_