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VISTO / OÍDO
Columna
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Fuego amigo

El 'fuego amigo' mató marines y 'afganos buenos' por el error de una 'bomba inteligente': 'Murieron con las botas puestas' (Bush), y quien los mató fue Bin Laden porque los atentados del 11 de septiembre los forzaron a combatir. Y los palestinos son asesinados por culpa de Arafat (Sharon). El terrorismo contra el idioma de cada día (no sé el del enemigo, porque no lo oigo ni lo leo: está taponado) nos convierte en víctimas de estos 'incidentes' (CNN) que se desarrollan ante nuestros ojos. Es un bombardeo 'inteligente' contra el lenguaje, o sea contra el pensamiento.

No como 'daño colateral', dada la estrecha unidad lenguaje-pensamiento, sino como objetivo. No es un invento actual. El 'fuego amigo' es de la semántica de guerra del siglo XX, y creo haberlo oído o leído en 'nuestra' guerra -no mía: yo fui un daño colateral de la 'guerra de Franco', por poner un nombre a la canalla fascista-, en la que hubo un gran atentado contra el pensamiento: incluso creo que el pensamiento libre fue el verdadero y primordial objetivo de la traición cívico-militar.

Se suele culpar a los 'medios' (¿entre quiénes median? ¿entre los poderes y el pueblo?) y a veces directamente a los periodistas, ignorando quiénes son los verdaderos periodistas: millares de trabajadores con título y master y algo de suerte, que no tienen ocasión de expresar un pensamiento propio porque las cosas están organizadas en forma de un trabajo como otro cualquiera en un sistema capitalista y de democracia dirigida.

Y se suele ignorar que el lector o espectador, el oyente de los medios, debe ejercer su capacidad de discernir lo que ve, oye y lee: es su obligación. En los tiempos de la censura había una defensa más fácil, que era la de no creer en nada, ni siquiera en la verdad palpable; y hay una defensa ahora que consiste en conservar la capacidad de análisis. El falseamiento por el 'pensamiento único' deja resquicios suficientes. Esta aparición continua de eufemismos, de 'palabras trampa' (recuerdo la 'tregua trampa' que inventó Mayor Oreja y sus 'pensadores'), es tan exagerada y tan brutal que nos da derecho a la incredulidad. Me permito pensar si la caída vertical en la educación de nuestros jóvenes vendrá de su resistencia a creer en lo que les dicen, agobiados por la mentira, y en lo que leen -conozco libros de texto abominables-: ahora mezclamos la adoración a la Constitución con la leyenda de la Inmaculada -ayer, mañana-, que convierten en increíbles las materias que se enseñan en las mismas aulas. Eso sí, hay una realidad en que conviven: la 'cultura del puente'.

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