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Reportaje:

Cambiazo en la iglesia

El sacerdote de Godall, en vez de hostias, encontró una patata frita en el copón

Al sacerdote José María Roda se le heló la sangre el pasado domingo día 2 en la iglesia de la pequeña población de Godall (Montsià). Transcurría el momento álgido de la eucaristía dominical cuando el cura se dirigió al sagrario, donde guarda el copón con las hostias consagradas para la comunión de los feligreses; pero, en lugar de las formas de oblea preceptivas en el rito católico, el cura halló en el interior del recipiente una patata frita.

'Una patata como las de compra. Redonda como una hostia pero más grande', aseguró una vecina de la población que participaba en la misa junto con 80 de sus conciudadanos, incluidos los miembros de la banda de música de la población, que aquel día celebraba la festividad de Santa Cecilia, patrona de la música. Todos los asistentes al acto religioso pudieron observar la patata frita porque, al verla, el sacerdote, dirigiéndose a sus parroquianos, se la mostró y les explicó que había pasado 'algo muy grave', explicaron testigos presenciales.

La visión de la patata en el copón turbó al cura. Así que, tras proveerse de obleas consagradas, Roda dio la comunión a sus fieles y tras unas breves palabras zanjó el oficio 'antes de lo habitual', según los mismos testigos. Algunos vecinos incluso oyeron que el párroco, visiblemente enojado, amenazaba con no celebrar más misas en el pueblo, parroquia que regenta junto con la de la localidad vecina de La Galera, donde reside. 'Se sofocó porque es una burla, una profanación. Todos nos quedamos parados, pero él quedó muy afectado, el pobre', explica una mujer que participó en la misa dominical en la que se produjeron los hechos.

El párroco decidió que el asunto era lo suficientemente grave como para ponerlo en conocimiento de sus superiores del obispado de Tortosa y de la Guardia Civil, ante la cual presentó una denuncia. A pesar de reconocer el hecho, requerido por este periódico, el cura prefirió no prodigarse en detalles y antes de colgar el teléfono espetó: 'No quiero explicar nada. Hable con el vicario general'. Por su parte, el obispado de Tortosa ha relativizado los hechos y trata de quitar hierro al caso. 'Es una broma pesada', apuntan fuentes diocesanas, que en todo momento se niegan explícitamente a calificar los hechos con los términos sacrilegio o irreverencia. 'Esto es una chiquillada o quizá algo atribuible a mayores', sostiene un vecino.

Por el momento, la tesis más plausible para reconstruir la película de lo ocurrido, tal y como apuntan vecinos y fuentes eclesiásticas, es que, por un despiste del párroco, se quedó la puerta de la iglesia sin cerrar, lo que dejó vía libre al autor de la fechoría, que cambió las formas por la patata frita. Porque en Godall todos los vecinos saben que el cura guardaba la llave del sagrario de forma visible al lado del mismo receptáculo. Ni en la iglesia ni en el sagrario se han observado indicios de un posible robo ni destrozos ni cerraduras forzadas.

En Godall y en medios eclesiásticos no habían visto antes nada parecido. Al párroco no se le conocen conflictos de ningún tipo con nadie del pueblo, al que llegó en 1998 para hacerse cargo de la parroquia.

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José María Roda fue un cura de vocación tardía que antes de su ordenación trabajó como camionero y mecánico.

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