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180.000 norteamericanos dejarán de viajar a Barcelona en crucero el próximo año

Las compañías buscan pasajeros en Europa

El Puerto de Barcelona cerrará el año con un crecimiento de alrededor del 3% en el número de pasajeros de cruceros. A 31 de octubre de este año, la cifra total de este tipo de turistas era ya superior a la del año pasado. Pero el panorama del próximo año no es tan halagüeño: las estimaciones de las autoridades portuarias y de las compañías señalan que unos 180.000 norteamericanos dejarán de viajar hasta Barcelona como consecuencia de la inestabilidad internacional y el consiguiente miedo a volar. Las empresas trabajan ya en campañas para suplir las bajas con clientes europeos.

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Un informe sobre el mercado de cruceros publicado por la revista del organismo Puertos del Estado, dependiente del Ministerio de Fomento, señala que el futuro ya no es lo que era. El estudio sólo se concede un mínimo de optimismo en el último párrafo, al reseñar que la crisis del turismo de cruceros en esta zona afectará de forma menos grave al Mediterráneo occidental que al oriental. Es el mismo tipo de análisis con el que trabajan las autoridades del Puerto de Barcelona y los vendedores de este tipo de viajes.

Barcelona, explican los responsables del puerto, tendrá el próximo año una cifra de escalas superior a la de éste, aunque cabe la posibilidad de que el número de cruceristas sea menor. De hecho, este año se cerrará con unas 520 escalas y para el próximo año hay ya garantizadas 510, a las que habrá que añadir las de los barcos que se suman en función de la evolución del mercado.

Lo que no está claro es que la ocupación de estos barcos sea la actual, que incluso tras los hechos del 11 de septiembre es 'alta y buena', a decir de los responsables del puerto. De hecho, el número de cruceristas que han pasado hasta el 31 de octubre por el puerto de Barcelona es de 573.871, en torno al 3% más que todo el pasado año, cuando ya se incrementó la cifra en un 4,7%, según su presidente, Joaquim Tosas. Y eso a pesar de que en las últimas semanas algunos cruceros han zarpado con ocupaciones por debajo de lo habitual, debido a las cancelaciones. No pocas compañías tenían ocupaciones superiores al 100%, lo que es posible porque se cuentan como capacidad las camas bajas y bastantes camarotes van equipados con literas. Los pasajeros que ocupan las camas superiores incrementan la ocupación, pero si las camas quedan sin ocupar, el porcentaje no decrece.

Estos hechos, añadidos a que buena parte del negocio del crucero se realiza en el propio barco, con la venta de excursiones en las escalas y también de los extras que consume el pasajero, hace que el importe del pasaje no sea un factor determinante en el negocio, y que las empresas puedan ajustarlo considerablemente.

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Algunas ya han empezado, según explica Antonio Vangüemert, director del grupo crucerista Latitud 4. Las rebajas en algunos cruceros alcanzan el 50%, ya que se ofrece que sólo uno de los pasajeros pague el billete y el acompañante viaje gratis, aunque la media de los descuentos ofrecidos no es tan alta y se sitúa en el 20%.

La política de tarifas será uno de los reclamos que empleen las empresas para lograr en el mercado europeo los 180.000 cruceristas norteamericanos que desistirán, a tenor de las estimaciones del propio puerto barcelonés. Antes de los sucesos del pasado 11 de septiembre, se esperaba que el año próximo viajarían a Barcelona 300.000 turistas estadounidenses, con el objetivo de embarcarse en un crucero.

Este tipo de turista es muy apreciado por su alto nivel de consumo, en el barco y en la ciudad. Las estadísticas señalan que un 40% parte hacia su ciudad de origen el mismo día que abandona el barco, pero un 30% duerme una noche en un hotel de Barcelona, y el 30% restante pasa dos noches o más en la ciudad, habitualmente en establecimiento de la gama alta.

De hecho, los estudios de las compañías señalan que el primer crucero que realiza una persona tiene un coste aproximado de unas 80.000 pesetas. 'Lo hace para probar y decide no realizar una gran inversión', según fuentes del Puerto de Barcelona. Pero su capacidad adquisitiva es bastante mayor y en los segundos y posteriores viajes ya se aventura con barcos mejores y más caros, pudiendo llegar con facilidad hasta casi las 200.000 pesetas de desembolso.

Popuesta socialista

Los turistas con origen y destino en Estados Unidos tienen pequeñas ventajas que, sin embargo, no tendrá el pasajero europeo: la aduana no se pasa en el aeropuerto. El pasajero factura la maleta en el aeropuerto de partida de Estados Unidos y la recoge en el camarote. Y lo mismo ocurre a la inversa: factura en el barco y no la vuelve a ver hasta llegar a su destino final. Los intentos de lograr este proceso para vuelos europeos han topado siempre con una misma respuesta: imposible por motivos de seguridad.

El conjunto de voces que auguran un descenso para el turismo del próximo año ha llevado al Grupo Socialista a proponer al Parlament una serie de medidas para estimular la visita de turistas a Cataluña y paliar, en lo posible, el descenso del turismo norteamericano de cruceros.

El PSC aduce que esta caída es muy significativa en el sector de los hoteles de cinco estrellas y en la Costa Dorada, y sugieren al Gobierno que realice un estudio sobre las consecuencias reales del 11 de septiembre para el sector turístico catalán y también la posibilidad de campañas de promoción dirigidas específicamente al consumidor de cruceros, además de promover convenios con otros puertos del Mediterráneo que permitan el establecimiento de nuevos circuitos. Una posibilidad que ya las propias compañías han empezado a tener en cuenta, ya que parece evidente que el consumidor de cruceros está poco decidido a viajar a los puertos del norte de África y a los de Turquía.

Algunas compañías han desplazado barcos del Mediterráneo oriental al occidental, dando preferencia a puertos como Barcelona, Génova y Venecia. Otras ya han desplazado parte de sus barcos al Caribe, conscientes de que el turismo que más se ha resentido del 11 de septiembre es el que tiene que realizar un vuelo transoceánico. Con todo, los analistas no se centran tanto en la evolución del año 2002, considerado de transición, como en lo que pueda pasar en los siguientes.

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