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CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL

Berlín admite que la crisis amenaza con desbaratar su objetivo de déficit

Una de cal y otra de arena ayer para el ministro de Finanzas alemán, Hans Eichel: el socialdemócrata logró la aprobación definitiva de la Cámara baja del Parlamento (Bundestag) de los Presupuestos de 2002, pero también tuvo que admitir que el Gobierno cree posible que el crecimiento en el próximo año tan sólo será del 0,75%, y no del 1,25%, como se ha dicho muchas veces. De ser así, Alemania incumpliría sus metas de equilibrio fiscal, según reconoció ayer una portavoz del Ministerio de Finanzas.

Junto al riesgo de que el crecimiento también en 2003 y 2004 sea menor al previsto (2,25%, en vez del 2,5%), ello haría imposible alcanzar el equilibrio fiscal del conjunto estatal alemán (Estado federado, länder y Ayuntamientos), originalmente previsto para 2004. Ante eso, el Ministerio de Finanzas admitió que la meta de déficit cero se retrasaría a 2006. Vuelve a abrir la posibilidad de que se cambien los criterios de estabilidad, tal como dijo el comisario Pedro Solbes el pasado lunes y que se haga en la próxima reunión del Ecofin, el martes.

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Durante cuatro días de debate presupuestario, Eichel había mantenido a capa y espada su pronóstico de que la economía alemana en 2002 crecerá un 1,25%. De hecho, así se lo comunicará a la Comisión Europea en la actualización del plan de estabilidad, que será enviado la próxima semana a Bruselas. En la misiva, sin embargo, Eichel también advierte de que igualmente es posible un escenario más desolador, con un 0,75% de crecimiento, según reveló ayer el diario Handelsblatt. Esta última cifra de aumento del producto interior bruto (PIB) concuerda con las más recientes estimaciones tanto de Bruselas como de los llamados cinco sabios de la economía alemana. La consiguiente caída de los ingresos fiscales y el aumento del paro conducirían a que el déficit fiscal en 2002 se sitúe en un 2,5% (y no en el 2%, que sería posible con un crecimiento del 1,25%).

El hecho de que Hans Eichel no jugara desde un inicio con las cartas sobre la mesa causó una comprensible indignación en las filas opositoras, que ya a lo largo de toda la semana habían enfilado sus críticas contra la política económica del Gobierno en lo que se ha considerado un prólogo a la campaña electoral del próximo año.

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