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Reportaje:

La familia de Yeltsin tiene miedo a Putin

La comodidad en que ha vivido puede verse amenazada por agentes que compiten por controlar el entorno presidencial

Pilar Bonet

La familia de Borís Yeltsin teme que la comodidad de la que ha gozado desde que el primer presidente de Rusia se retiró a fines de 1999 pueda verse amenazada por personajes de los servicios de seguridad que compiten por hacerse fuertes en el entorno del presidente Vladímir Putin.

La preocupación de la familia por las intenciones del presidente de Rusia o su entorno se manifestó hace poco en una restringida e insólita rueda de prensa protagonizada por Valentín Yumáshev, el futuro yerno de Yeltsin. Yumáshev, un periodista que llegó a jefe de la Administración presidencial, se casará próximamente con Tatiana Diachenko. Diachenko, que se ha divorciado de su segundo esposo, adquirió protagonismo político cuando la salud de Borís Yeltsin empezó a flaquear en 1996.

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Según informaciones firmadas por periodistas con relaciones privilegiadas con el entorno de Yeltsin, Yumáshev advirtió de la existencia de una 'conspiración de los servicios de seguridad', cuyo fin es redistribuir los flujos financieros y la influencia económica y también cambiar la ideología oficial, lo que, según afirmó, puede tener consecuencias en la política interior y exterior de Rusia. Yumáshev se curó en salud y distinguió entre Putin, por una parte, y los elementos procedentes de los servicios de seguridad que le rodean y que, según él, son más independientes de lo que el mismo Putin cree.

Más tarde o más temprano, dijo Yumáshev, el presidente puede encontrarse en la misma situación en la que estaba Yeltsin en 1996, cuando tuvo que elegir entre el país y los sectores representados por su guardaespaldas Alexandr Korzhakov. En esa disyuntiva, Yumáshev consideró posible que el presidente elija a sus 'jóvenes pretorianos'.

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En los sectores privilegiados por Yeltsin durante su mandato existe hoy el temor de que pudieran reabrirse temas como la privatización de los bienes del Estado, o algunos turbios asuntos de la época a los que se ha dado carpetazo. En la Rusia poscomunista las voces de alarma por el destino de la nación, como la de Yumáshev, han respondido, a menudo, a intereses particulares, y esta circunstancia dificulta la comprensión de lo que sucede realmente en los hoy herméticos despachos del Kremlin.

El politólogo Gleb Pavlovski, figura clave en el diseño de la estrategia de la Administración presidencial dirigida por Alexandr Voloshin, ha advertido al presidente de que resulta peligroso fortalecer el aparato burocrático y policial a costa de la sociedad civil y la democracia. Voloshin es un astuto superviviente del equipo de Yeltsin, del que aparentemente pretenden librarse los allegados de Putin procedentes de San Petersburgo.

Dentro de la lucha entre los supervivientes del equipo de Yeltsin y los recién llegados se inscribe la investigación criminal iniciada por la Fiscalía del Estado (un instrumento en manos del presidente) contra el ministro de Ferrocarriles, Nikolái Aksenenko. Este funcionario, que fue suspendido en su cargo durante la investigación, participó ayer en el Consejo de Ministros como si nada hubiera pasado. Y por si fuera poco, el jefe del Gobierno, Mijaíl Kasiánov, que le invitó al consejo, dijo no entender por qué la fiscalía procedía contra él.

Otro dato del rompecabezas es la aparición en el Kremlin de Serguéi Pugachov, de 37 años, un banquero de San Peterburgo al que Putin invitó el viernes a una reunión con otros empresarios.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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