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CONTRATO CON EL DIBUJANTE
Columna
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Polvos para una 'exposición'

Sobre las 'fotos' de un tenorio anónimo y el alarde amatorio como fenómeno social

l landismo era una suerte de donjuanismo ibérico que tenía mucho que ver con el desarrollismo, con el turismo, con las suecas y con las películas de Alfredo Landa, por supuesto. Un género protagonizado por abnegados machos ibéricos de los 60, con su erotismo peludo de camiseta y su bañador de estilo fardahuevos que pasó a llamarse tanga en la postmodernidad. Ahora el landismo también sale del armario. Aquella legión penibética, aquellas huestes fornicantes configuraban la clonación rústica del Don Juan hispano dispuesto a atender la desorbitante demanda extranjera. Cuando creíamos que todos sus héroes vivos estaban cobrando la pensión de jubilación, que ya no quedaban más vestigios de la especie que los que puedan encontrarse en el Cine de barrio de Parada, llega un tal José Valls y pone contra la pared en Lloret de Mar la impúdica exposición de sus carpetovetónicas hazañas eróticas.

Este sesentón catalán es el último casanova conocido de una estirpe que peleaba hembras desde Salou a Cambrils, desde Benidorm a Mazarrón, desde Marbella a Torremolinos. Acaba de presentar su vasta obra de cuarterón semental mostrando 86 fotos de algunas de sus amantes, convenientemente clasificadas y retratadas por épocas, actitudes y nacionalidades. Asistimos al nacimiento de un nuevo fenómeno memorialista: el de los narcisistas anónimos. Acostumbrados como estábamos a la chismografía de famoso, llega ahora el turno de la gente corriente. En Galicia un novio despechado publicó las cartas de amor de su ex amada. En un pueblecito de Jaén de 3.000 habitantes, Francisco Casas, el cronista rosa local, editó un libro de paisanos cotilleos, desatando entre sus convecinos parecida indignación a la provocada por el Tarzán catalán.

El latin lover de Lloret, presionado por las feministas y los acontecimientos, se ha visto obligado a retirar parte de la muestra: las instantáneas de sus amantes más próximas, las de la comarca. Sin embargo, ha decidido conservar en la exposición las fotos de las camadas de turistas rubias que ilustran su altruista contribución al desarrollo del sector terciario, su abnegado currículum amatorio.

Valls se mira en el espejo de otros notorios tenorios de renombre que han sido menos censurados y más aplaudidos. Y no se refiere al conde Lecquio y sus fotos romanas con Mar Flores, sino a gente de mayor categoría, carisma y caché, como Adolfo Marsillach o el difunto Paco Rabal, por ejemplo. Ambos han hecho alarde público y púbico en sus publicitadas y celebradas autobiografías, sin que hasta el momento nadie se haya escandalizado lo más mínimo por ello.

Hablemos del extinto y respetabilísimo actor Paco Rabal, experto también en nórdicas.. En Si yo te contara, su libro de memorias, hace balance de muchas de sus aventuras y narra cómo le endosó una blenorragia a la actriz Ingrid Thulin, que a su vez se las contagió a su amante y de paso a su marido. 'Imbécil, ¿por qué me engañaste?,' le escribió la Thulin; '¿por qué no me contaste que estabas enfermo? ¿No sabes que en Suecia existe en el Código Penal algo que se llama Lex Veneris?'. Entonces nadie estaba al corriente de la severidad vikinga en estas lides. Ni siquiera Rabal, que era un hombre viajado, y mucho menos José Valls, el conquistador de Lloret de Mar que osa exponer su azarosa biografía, 46 años de su vida, su álbum amatorio, causa de justificado reproche del colectivo Mujeres de Hoy de Cataluña .

Se trata de un recordatorio gráfico plagado de europeas verriondas y, naturalmente, de las suecas (todas lo eran de París para arriba), que se dejaban caer por la Costa Brava buscando sol, sangría y semen -o sea, excedente sexual-, sobrante del que podría hacer gala el ilustre Paco Rabal. El actor narra en su libro de qué manera terminó prodigando a una vedette lesbiana la misma cantidad de kikis contabilizados a Antonio David por Nuria Bermúdez. 'Al día siguiente estaba yo malísimo en la cama, enfermo, y llegaron los muchachos a saludarme. Se sorprendieron al verme paliducho. Les expliqué: Es que he echado ocho polvos esta noche...' Valls ha confesado, en un alarde de humildad, que él no lleva la cuenta, pero que si sumara, así a lo bestia, saldrían por lo menos... en fin... grosso modo... tantos como los que podrían reunir Alfredo Landa, Juan Luis Galiardo, Máximo Valverde, Pajares y Esteso en sus películas más rijosas.

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Todavía no entiende por qué a los famosos les hacen homenajes y les llevan a la tele cuando narran con todo lujo de detalles sus más escabrosas privacidades y a los anónimos, como él, les empapelan por 'agresores a la intimidad'. Mientras tanto, en el Palacio Euskalduna se han celebrado las quintas jornadas sobre Prensa Vasca bajo el título 'Del rosa al amarillo'. Por allí han pasado Matamoros y Tamara, entre otros. El fulgor de la Gelsomina de Santurtzi comenzó con un embarazo atribuido a Paco Porras y ha terminado siendo objeto de debate en la UPV.

Aunque duela, estos freaks son la creme de la actualidad y concitan el interés de las masas. En el mismo ascensor de la Universidad donde ETA puso una bomba para matar a una profesora, alguien ha escrito: 'Tamara lendakari'. Gaudeamus igitur.

Si las feministas no lo impiden proximamente José Valls, el bravío jubilado de Lloret, el último ejemplar de una especie en extinción, el Copito de Nieve de Girona, podría ser postulado para Honorable en unas jornadas sobre los efectos del landismo en la cultura contemporánea.

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