El toque verde de Alemania
El partido ecologista, que abre hoy su congreso, ha cambiado la política alemana pese a sus divisiones entre moderados y radicales
En 1983 un colorista grupo de diputados verdes irrumpía en el Bundestag con flores en las manos, sin chaquetas ni corbatas y calzados con zapatillas deportivas. Procedentes de los restos del marxismo de los setenta, impulsados por los nuevos vientos ecologistas y con un discurso radical contra los viejos partidos, Los Verdes (Die Grünen) significaron para la izquierda europea una renovación lejos de la ortodoxia. A pesar de que muchos agoreros han pronosticado en los últimos años la desaparición de Los Verdes, este atípico partido no ha dejado de crecer y de ganar influencia. Hasta hoy. Dos décadas después de su fundación, gobiernan Alemania junto a los socialdemócratas del SPD.
La eterna división, enfrentamiento más bien, entre el pragmatismo de los realos -que encabeza el actual ministro de Exteriores, Joschka Fischer- y los radicales fundis ha derivado en un ejercicio de convertir la necesidad política en virtud. La última demostración ha sido el apoyo de la mayoría de los diputados verdes al envío de 3.900 soldados alemanes a las operaciones antiterroristas que dirige Estados Unidos. Sólo cuatro parlamentarios ecologistas de un total de 47 votaron en contra. El congreso que hoy celebran Los Verdes en Rostock volverá a reproducir ese constante ejercicio marxista de la tesis, antítesis y síntesis que han practicado los ecologistas con una cabeza germánica, pero a veces con modos muy pasionales, casi de llegar a las manos. Este equilibrio inestable da título a la ponencia principal del congreso: 'Combatir el terrorismo internacional, practicar una solidaridad crítica, impulsar la coalición rojiverde'.
Fischer, el político más popular de Alemania en las encuestas, intentará salvar los trastos al desligar un posible pronunciamiento de las bases, en contra de tomar parte en la guerra contra el terrorismo, de la continuidad de la coalición con el SPD. Más que un congreso, la cita del puerto báltico de Rostock puede convertirse en una aparente contradicción. Porque resulta evidente, tras años de participación en los gobiernos de los länder o en el Ejecutivo federal, que Los Verdes han renunciado a bastantes utopías, pero siempre a cambio de transformar desde una izquierda alternativa los cimientos de la sociedad alemana.
En un permanente ejercicio de 'sí, pero...' frente a la socialdemocracia, Los Verdes han alcanzado muchos de sus objetivos desde 1998, cuando pactaron una coalición de gobierno rojiverde con el SPD. O sea, que han vendido caras sus reticenciasLa influencia de los ministros verdes -de moderados como Fischer, pero también de radicales como Jürgen Trittin- ha sido decisiva en la aprobación de una ley de ciudadanía que permite a los nacidos en Alemania de padres extranjeros mantener la doble nacionalidad hasta cumplir los 23 años. Se trata de una revolución en un sistema que primaba, desde 1913, el derecho de sangre sobre el derecho de suelo. Con otra de sus banderas, el ecologismo, han conseguido que las centrales nucleares alemanas cierren en el año 2022 y que las plantas se vayan clausurando a medida que cumplan 32 años de funcionamiento.
Derechos civiles y defensa del medio ambiente han representado dos de los pilares del toque verde en la escena alemana. Pero no son los únicos. Este color político ha teñido la sanidad, la educación, la política de igualdad de sexos o los planes fiscales. Estos éxitos en la micropolítica, en las cosas tangibles de todos los días, han insuflado ánimos a los verdes y han asegurado su representación en el Parlamento federal durante 20 años, salvo la excepción de las elecciones de 1990. Entonces el partido ecologista pagó con la derrota su oposición a la reunificación alemana tras la caída del muro de Berlín en 1989.
Realistas e idealistas
Se podría pensar que el realismo de Fischer se ha impuesto al idealismo de dirigentes como la fallecida Petra Kelly, pero esa minoría de alemanes inconformistas que votan a los verdes ha dado una lección de adaptación política a unos tiempos vertiginosos. El último reto lo simboliza el ministro de Exteriores, Joschka Fischer, que apuesta por un nuevo protagonismo de Alemania en el mundo, donde este país deje de ser un gigante económico a la vez que un enano político. Hace una década hubiera sido impensable que tropas alemanas estuvieran desplegadas, al mando de la OTAN, en la antigua Yugoslavia. Pero ¿quién hubiera imaginado tres guerras balcánicas (Croacia, Bosnia y Kosovo) en la Europa de los noventa?
Nico Fried, analista político del diario Süddeutsche Zeitung, comentaba ayer así la situación de Los Verdes: 'Rostock no va a ser un congreso, sino una paradoja. Los Verdes van a ejercer la solidaridad, porque la guerra, que la mayoría de ellos no quería, ha sido ganada. Van a primar unos aspectos políticos y humanitarios que sin la guerra no hubieran sido posibles. Los Verdes dirán que sí porque, en definitiva, ya no podrán decir que no'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.