Un emocionado recuerdo de Fabià Puigserver preside la apertura del nuevo Teatre Lliure
El colectivo inauguró anoche su nueva sede con 'L'adéu de Lucrècia Borja'
Un enorme retrato del fallecido director y escenógrafo Fabià Puigserver, el hombre que soñó y diseñó el nuevo Lliure, ocupó anoche el escenario del teatro que lleva su nombre al levantarse por primera vez el telón en la emotiva velada de estreno de la nueva sede del colectivo. Seguidamente, sin parlamentos -el silencio es el perfecto heraldo de la alegría, decía Shakespeare-, sin otro protagonismo que el de ese recuerdo al padre, arrancó el espectáculo inaugural, L'adéu de Lucrècia Borja, ópera del valenciano Carles Santos centrada en los afectos del papa Alejandro VI y su hija.
El nuevo Lliure brillaba anoche como si todas las antorchas de Elsinor estuvieran encendidas. Había expectación por ver el nacimiento del nuevo escenario, se palpaba la sensación de vivir un momento histórico no sólo en los 25 años del Lliure, sino en el conjunto de la historia teatral del país.
El ambiente se fue caldeando ya desde la entrada, pues podían verse, repartidos por el gran vestíbulo, numerosos figurines de espectáculos emblemáticos del Lliure diseñados por Puigserver. Así, parecían recibir al público en la nueva casa, con todas sus galas, personajes de La Bella Helena, Lorenzaccio y El misàntrop. También de otros montajes célebres en los que trabajó el desaparecido escenógrafo, como Luces de bohemia, Medea y Yerma. En el rutilante y espacioso foyer se había dispuesto toda una escena de Un dels últims vespres de carnaval y maquetas de escenografías de Puigserver.
Una vez acomodado el público en la bellísima sala principal que constituye el corazón del nuevo Lliure, y mientras una orquesta de 40 músicos interpretaba una breve pieza creada para la ocasión por Carles Santos, se alzó el gran telón de boca para mostrar una inmensa foto de Fabià Puigserver que ocupaba todo el escenario. Era una conocida imagen del director y escenógrafo retratado mientras pintaba con un pincel y delicadeza y afectos artesanales uno de sus últimos decorados, el de Capvespre al jardí (1990). La imagen incendió la emoción del público como una antorcha arrojada sobre un estanque de nafta: casi cinco minutos de aplausos con el público puesto en pie.
Después de unos momentos, bajó el telón de nuevo para volverse a abrir ya sobre la primera escena de L'adéu de Lucrècia Borja. Hora y media más tarde concluía la obra. El entusiasmo fue para entonces bastante más contenido.
Como también diría Shakespeare, bien está lo que bien acaba. Casi tres lustros de luchar por una nueva sede, cinco años de obras eternas, crisis, polémicas, tropiezos y zancadillas quedaron ayer atrás -al menos en lo que respecta al edificio- con la inauguración del nuevo Lliure, un colosal equipamiento escénico que ha costado más de 5.000 millones de pesetas al erario público.
El nuevo edificio coloca en pie de igualdad al colectivo catalán -hasta ahora constreñido físicamente entre las cuatro paredes de su minúsculo local histórico de Gràcia- con los grandes teatros europeos, entre los que siempre se había contado si no por espacio, sí por arte y ambición.
Numerosas personalidades sancionaron con su presencia anoche este hito histórico para las artes escénicas. Los duques de Lugo, el ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos; el presidente del Parlament, Joan Rigol, y el alcalde de Barcelona, Joan Clos, acudieron a la inauguración.
Especialmente significativa fue la amplia presencia de ex ministros socialistas, bajo cuyo gobierno se fraguó el nuevo Teatre Lliure. No faltaron Jordi Solé Tura, ex ministro de Cultura, ni Josep Borrell, de Obras Públicas, comprometidos personalmente con el proyecto del Lliure. Solé Tura prometió a Puigserver, éste ya en su lecho de muerte (falleció, a causa del sida, en julio de 1991), sacar adelante el nuevo Lliure -pese a lo bello del gesto, alguien podría opinar que es una pena que un gran proyecto escénico del país haya de salir adelante merced a la promesa dada a un moribundo-. Borrell se encargó de la financiación para la obra a través de las inversiones culturales del, entonces, su ministerio (que ha pagado el 50% del nuevo Lliure, mientras que el resto ha corrido a cargo de la Generalitat de Cataluña -1.000 millones-, el Ayuntamiento de Barcelona -cerca de 700 millones- y la Diputación barcelonesa -algo más de 300 millones-). Estuvieron también la ex ministra de Cultura Carmen Alborch, y el líder de los socialistas catalanes Pasqual Maragall, que impulsó el nuevo Lliure como alcalde de Barcelona (bajo su mandato, el Ayuntamiento cedió al Lliure el edificio del Palau de l'Agricultura, la nueva sede).
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