Un concejal de Urbanismo, en terreno divino
El párroco y el regidor de Navalafuente se enfrentan por la propiedad de una pequeña parcela del municipio serrano
Un pequeño parque infantil de 200 metros cuadrados ha sembrado la discordia en el pueblo serrano de Navalafuente, al norte de la región. El párroco de este municipio de 660 habitantes, Jorge González Guadalix, destapó 'la caja de los truenos' cuando en octubre del año pasado reclamó la parcela para construir sobre ella una casa parroquial. El Ayuntamiento, del PP, le contestó por escrito, el 11 de enero de 2001 -tres meses después de que el cura pidiera por primera vez la cédula de inscripción-, que el solar era propiedad municipal y que, además, está calificado como espacio libre de uso público. O sea, que de casa parroquial, nada.
'Entonces no me quedó más remedio que ir a los tribunales', relata el párroco, empeñado en darle al pueblo 'un buen lugar para realizar la actividad pastoral'. Y, a pesar de que el terreno tiene doble escritura, a nombre de la iglesia (en 1929) y del Consistorio (en los años setenta), la juez de primera instancia de Torrelaguna, Inés Herranz Varela, no dejó lugar a dudas en su sentencia del pasado 7 de noviembre. 'La única y exclusiva propietaria de la finca que nos ocupa es la parroquia de San Bartolomé', afirma Herranz. Por lo que obliga al Ayuntamiento a retirar los columpios y toboganes que instaló hace una década.
'Al final de la misa, el cura cogió el micrófono y se puso a malmeter contra el alcalde', cuenta un vecino
Pero la sentencia no sólo trajo buenas noticias para el sacerdote. El 13 de noviembre, los obreros que están edificando en la finca colindante -propiedad del concejal de Urbanismo, Juan Bautista Salazar- 'metieron las máquinas, tiraron el muro de piedra y se adentraron medio metro en el terreno que según la sentencia es de la parroquia', asegura el sacerdote, y señala indignado.
'Ya me dirás qué necesidad tiene de un parque infantil un pueblo que está en mitad del campo', se pregunta González Guadalix. En su opinión, el concejal quiere mantenerlo para que el hostal con restaurante que piensa construir siga gozando de buenas vistas al parque y la luz, en vez de tener el muro de la casa parroquial enfrente. 'Para mí sería más fácil venir los domingos, decir la misa e irme, y si me he complicado la vida es porque yo creo que es para el bien de la atención religiosa del pueblo', dice el párroco.
'No tengo ningún interés en aprovecharme de la parcela de al lado. ¿Qué iba a ganar yo con 20 o 30 centímetros más?', replica el concejal de Urbanismo, quien asegura tajantemente que el proyecto no contempla sacar ventanas al parque. 'Si he tenido que derribar la valla ha sido porque si no las máquinas no tenían espacio para trabajar bien. Pero yo no quiero quedarme ni un solo milímetro que no sea mío', asevera Salazar. Éste explica que la premura en su actuación se debió a que el 15 de noviembre le caducaba la licencia de construcción que había solicitado al Ayuntamiento hace seis meses y ya no podía esperar más a saber a quién le correspondía legalmente la parcela vecina.
'Un sacerdote debería ser conciliador y no comportarse de esta manera. El problema se hubiera acabado si él me hubiera pedido explicaciones, porque yo no tengo ningún problema en mostrarle el proyecto', afirma Salazar. 'Pero ya se sabe los problemas que dan los linderos en los pueblos', comenta.
El alcalde, Santiago Muñoz Herranz, que recurrirá la sentencia porque dice que en el inventario del municipio figura el terreno de la discordia desde antes de 1929 como propiedad municipal, no entiende el empeño del sacerdote en construir allí la casa parroquial cuando 'todo el pueblo, salvo 12 o 13 vecinos, quiere que se mantenga el parque'. 'Le hemos ofrecido unos locales en la farmacia para que pueda dar la catequesis a los niños; le cedimos unos terrenos por 75 años, pero nada... No quiere', se lamenta. Y añade: 'Por aquí han pasado tres o cuatro párrocos y nunca ha habido problemas hasta que ha llegado este señor y ha logrado enfrentar a los vecinos'. Uno de los lugareños le da la razón: 'El domingo, al final de la misa, el cura cogió la alcachofa [el micrófono] y se puso a malmeter contra el alcalde'.
Sin embargo, otro vecino, que testificó a favor del sacerdote, se ha encontrado con que alguien le ha tirado la pared de su huerta y ha cortado tres de sus árboles frutales. Lucía Calvo, de 64 años, también ha tenido problemas desde que decidió alinearse con el cura: alguien ha estrellado en dos ocasiones un vaso contra su ventana. 'No sé por qué se empeña tanto el Ayuntamiento en esos terrenos. En Navalafuente, cuando ni tan siquiera había luz eléctrica, el párroco tenía aquí casa', recuerda.
Una iglesia con historia
El litigio por el parque de Navalafuente no es la primera disputa que mantienen el alcalde, Santiago Muñoz Herranz, del PP, y el párroco, Jorge González Guadalix. Las obras de restauración acometidas por la Dirección General de Patrimonio y el Arzobispado en la parroquia de San Bartolomé, del siglo XV, y que finalizaron el pasado verano, tampoco le gustaron nada al regidor. En noviembre de 2000, el alcalde mandó paralizar las obras porque no contaban con la prescriptiva licencia municipal. En una carta que envió a los vecinos un mes más tarde, Muñoz les explicó que el cura, con el apoyo del Arzobispado, 'sin respetar el proyecto primitivo, pues no era el suyo propio y tenía que dar la nota discretamente, hizo un proyecto nuevo'. Resultado: 'Ha destrozado por completo la iglesia', asegura el alcalde. El párroco que estaba antes que Gónzalez, decía el regidor en su escrito, 'viendo el estado lamentable que presentaba la iglesia, hizo un proyecto por fases para su reforma'. Llegó a recaudar 12 millones de pesetas entre los feligreses. Y el Ayuntamiento, con ese dinero, se puso manos a la obra. Arrancó la primitiva techumbre y colocó un entramado de vigas metálicas, que los muros viejos eran incapaces de sostener cuatro años más tarde. El concejal de Cultura, Juan Manuel Serrano, reconocía en 1994: 'Se contrató a un albañil que, de buena fe, y sin la revisión de un arquitecto, arregló las partes más afectadas'. La Comunidad de Madrid decidió finalmente aportar dinero tras llevar allí a sus técnicos. En junio de 2000 comenzó a restaurar la iglesia para quitar, entre otras cosas, el porche de estilo sevillano.
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