_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Imagen y mujer

En el seminario de la UIMP sobre La imagen de las mujeres, dirigido, como todos los años, por Amelia Valcárcel, intervinieron muchas personas de interés y los discursos que he podido oír merecen la pena de que los refleje en este pequeño espacio porque descorren un telón de preguntas y reflexiones que no estamos acostumbrados a atender.

Comenzaré por el principio de una conferencia en donde nos informaban sobre la invasión de la imagen visual que domina nuestra cultura y que influye tanto en nuestra percepción de la realidad que la realidad acaba pareciéndose a la imagen. Una imagen cuya verosimilitud nos convence, en donde todo parece transparente y cierto; en la que, y ahí radica el problema, desde el teatro griego está creada por hombres que han hecho con la identidad de la mujer lo que han querido: la han dedicado a ser para ellos, tal como lo tenemos interiorizado desde entonces, tal como ellos nos han pensado.

Por otro lado y en tiempos más cercanos, la mayoría de las historias contadas en imágenes están también realizadas por hombres, y en ellas la mujer no ha sido pensada por y para ser mujer, sino por y para no ser hombre, aquello que pueda enriquecer su propia identidad, el factor atrayente, su compensación.

Con palabras escritas no se pueden decir muchos disparates porque el lector los descubre, pero en la pantalla, apoyando el discurso con trozos de películas, nos dieron ejemplos como el de una prostitución maravillosa en la que la prostituta juega el papel de Cenicienta que se enamora del príncipe ideal, como ocurre en Pretty woman; o violaciones que nos horrorizarían con palabras y que en el cine nos hacen reír. El hombre puede representar el rol del conocimiento y la palabra, mientras ellas suelen vivir colgadas de su historia, como en Casablanca, en donde Ingrid Bergman ni siquiera opina en los momentos más trascendentales. La seducción del hombre emana de lo que es, mientras que la de ella se basa en el atractivo físico.

Resumiendo, entre lo que somos y lo que dicen que debemos ser hay un espacio negro que nos hace invisibles y que debemos sacar a la luz para poder llegar a colocarnos en la vida del espíritu.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_