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Desde el Pacífico
Columna
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Subastas: réquiem por una puntocom

LOS DIFUNTOS DE LA RED mueren en la red. Un total de 4.500 compradores potenciales participaron en la liquidación en línea de Webvan, y casi 2.000 acudieron a Foster City, a la antigua sede de la empresa, entre el 30 y el 31 del pasado mes de octubre. Los restos del vendedor de ultramarinos en Internet, en otros tiempos hijo predilecto de los inversionistas, fueron vendidos al que más ofreciera.

La sede de la compañía ocupaba un edificio construido sobre terrenos ganados a la bahía de San Francisco. La impresión es de una conquista sobre la naturaleza. La calle de al lado se llama 'pantano'.

Unos 3.366 objetos de todo tipo fueron subastados en la 'venta del año': mesas de ping pong, televisores, refrigeradores y 140 sillas Aeron ultralujosas (cada una, nueva, tiene un precio de 1.200 dólares).

Unos 3.366 objetos de todo tipo fueron subastados en la 'venta del año': televisores, refrigeradores y 140 sillas Aeron ultralujosas
Mientras que Webvan apostó mucho por la capacidad de Internet de modificar los hábitos de los consumidores, Tesco hizo apuestas minúsculas

Lo más caro era un sistema de almacenamiento de datos de EMC, valorado en un millón de dólares (vendido en 92.500 USD). En total, si añadimos los 58 servidores de Sun, los de Compaq, los switches y routers de Cisco, Dovebid, la compañía encargada de realizar esta subasta, calculó en 70 millones de dólares el valor de lo que se encontraba en la sede de Webvan.

En dos años (de junio 1999 a julio 2001), la empresa 'quemó' -como se dice aquí- 1.250 millones de dólares. Pero lo más sofocante es el acuerdo logrado por el ex CEO George Shaheen quien obtuvo una pensión de 375 mil dólares anuales (transferibles a su viuda si le sobrevive) durante el resto de sus días.

Pero Webvan es, sobre todo, un ejemplo de fe absoluta en la tecnología. Se dijo muchas veces que había revolucionado la distribución gracias a sus programas y al equipo automatizado de sus hangares. Una banda rodante enlazaba las distintas zonas de almacenamiento de mercancías. Cuando llegaba un pedido, un ordenador localizaba cada producto solicitado y determinaba la mejor ruta que debía seguir cada contenedor (identificado por un código de barras). Los seres humanos sólo intervenían para depositar en él los productos.

El equipo de las tiendas de Oakland (a 20 kilómetros de Foster City, al otro lado de la bahía) y los programas que los controlaban fueron vendidos por 1,4 y 2,65 millones de dólares, respectivamente. Costaron, uno y otros, 20 y 100 millones de dólares.

Se discutirá durante mucho tiempo si fue el delirio de grandeza el que dio al traste con Webvan, o bien si la empresa era demasiada avanzada para su tiempo. O tal vez la razón sea la expansión vertiginosa en el resto de Estados Unidos, cuando el concepto aún no se afianzaba.

El fin de Webvan no entraña el fin de la alimentación en la red. Un análisis de Wharton, publicado el 20 de octubre en News.com, se ocupa de señalar que el brazo virtual de Tesco, la empresa británica que alía sus ventas en Internet con las realizadas en sus tiendas, es rentable. La diferencia de estrategia es clara: 'mientras que Webvan apostó por la capacidad de Internet de modificar los hábitos de los consumidores, Tesco hizo apuestas minúsculas. Webvan quería rediseñar la infraestructura de la industria de la alimentación para volverla más eficiente; Tesco mantuvo bajos costos gracias al uso de la infraestructura actual. Webvan gastó mucho dinero en su intento por construir una marca y una base de clientes; Tesco aprovechó la marca y la clientela existentes para dar impulso a sus negocios en línea'.

'Este lugar era radical', declaró Craig Duey, uno de los responsables de la subasta de Dovebid. Sonríe. No se considera a sí mismo un sepultero: 'Vemos de todo. Trabajamos con los que quiebran y con los que van en ascenso. Para ellos es una oportunidad única de conseguir material increíble a mitad de precio. El tipo de cosas que de otra forma no podrían pagar'.

Hace con la mano el gesto de las montañas rusas, que suben y bajan. Su visión se asemeja a la de Louis Border, el fundador de Webvan, que intuía que su compañía valdría '10 mil millones de dólares o nada'. Estuvo a punto de tener razón en ambos casos.

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