Policía ¿democrática?

Habiendo finalizado una manifestación de estudiantes en la calle de Alcalá, mi hijo y cuatro amigos más se dirigieron a verme a mi centro de trabajo, situado en el número 16 de esa calle.

Al salir se apoyaron en una barandilla que hay enfrente del edificio, pensando adónde irían a comer.

En estas circunstancias, vieron cómo un grupo de cinco o seis policías nacionales antidisturbios se dirigía hacia ellos; pensaron que les pedirían el carné, pero cuál fue su sorpresa cuando empezaron a pegarles, sin mediar palabra ni requerimiento de ningún documento.

Ellos corrieron hacia el interior del edificio donde habían estado anteriormente: a uno de ellos lo empujaron y cayó al suelo, y uno de los policías siguió pegándole en el suelo, ensañándose con él. Recibieron puñetazos en la cara y golpes con la porra, tanto él cómo mi hijo, que también se encontraba dentro del edificio.

Mientras les pedían el DNI, continuaban pegando al amigo de mi hijo. Al enterarme, me dirigí al agente y le pedí que los dejase, al igual que toda la gente que había alrededor; le pedí el número de placa, a lo cual me contestó el policía señalándome su uniforme, donde sólo ponía el nombre de la unidad. Le pedí varias veces el número de placa, negándose siempre a identificarse.

El amigo de mi hijo fue auxiliado por el Samur, existiendo un informe de dicho servicio de urgencia.

Se ha interpuesto una demanda en el juzgado de guardia, denunciando estos malos tratos por parte de la policía hacia unos ciudadanos que no estaban cometiendo ningún delito y a los que nunca se les debió tratar así.

Creo que la obligación de la policía es identificar a las personas, reclamarles su identificación, pero no pegar primero e identificar después, al más puro estilo del Oeste.

No digo que toda la policía sea igual, no lo creo así, pero sí creo que estas actuaciones van en detrimento de la imagen que se le quiere dar en esta sociedad democrática que nos hemos dado todos. Las reglas y las leyes hemos de respetarlas todos, y ellos los primeros, ya que esa atribución de guardianes de la ley se la hemos dado nosotros, los ciudadanos, cosa que muy a menudo se olvida.

No he podido explicar a mi hijo la razón de esa actuación totalmente desmesurada; ni él ni yo la entendemos.-