¿Justificar lo aborrecible?

Todos reconocemos lo terrible y absurdo que fue lo ocurrido el 11 de septiembre. Pero desde hace demasiados días urge, escandalosamente, protestar contra otra acción probablemente tan absurda y no menos terrible, y lo que es peor, amparada en un cómplice respaldo internacional, que incluye al Gobierno del que escribe para vergüenza propia. La unión de numerosos países para luchar en común contra el terrorismo es, sin duda, un avance positivo tras los desgraciados incidentes. Pero resulta políticamente enfermizo que una serie de Gobiernos den su apoyo incondicional a la mayor superpotencia para que aplique, bajo su único criterio, cualquier medida sobre terceros países incluyendo la intervención militar a gran escala (que alguien explique qué hay de 'quirúrgico' en más de 20 días de bombardeos sobre Afganistán).

Si todo acto terrorista asesino es injustificable y aborrecible, también lo es cualquier intervención que provoque un montón de muertes a sabiendas de antemano, como lo es el ataque contra Afganistán. Negarlo es moral podrida. Quienes argumenten que el fin -luchar contra el terrorismo- justifica los medios, estarán amparándose en el mismo razonamiento que 'justifica' los actos terroristas (analicemos cómo se 'justifican' nuestros dirigentes, porque estamos siendo cómplices). Pero es que hay todavía más razones que hacen estúpida y absurda esta escalada militar: su inutilidad. Esquilmar las escasas infraestructuras (evidentemente no sólo militares) de uno de los países más empobrecidos del planeta provoca muertes ahora, pero muchísimas más a medio plazo por falta de recursos. Y estas consecuencias criminales alimentarán el fuego que se dice pretender apagar, como ya se está comprobando.