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Reportaje:MUJERES

La paz se viste de negro

Los ultraortodoxos y la extrema derecha las odian, insultan y despectivamente las llaman 'las putas de Arafat'. Son las mujeres pacifistas que cada viernes, vestidas de negro, se concentran en las calles de Israel. El Parlamento Europeo acaba de otorgarles el Premio Andrei Sajarov por su lucha en favor de la paz. Los honores les han llegado en el peor momento del conflicto israelo-palestino.

Nourit Peled, 52 años, profesora de educación lingüística en la Escuela Universitaria de Educación en Jerusalén, fue la encargada de recoger el premio en nombre de todas las mujeres que en Israel creen en una paz justa. Seguramente, en el momento en que esta mujer, permanentemente vestida de negro, se acercó a recoger el galardón recordó a su hija Smadar, muerta el 4 de septiembre de 1987 por la explosión de una bomba que los radicales palestinos de Hamás colocaron en una céntrica cafetería de Jerusalén. Smadar tenía sólo 14 años.

'La derecha nos odia porque traicionamos la imagen tradicional de la madre y de la mujer judía, sobre la que se cimenta la ideología sionista', dice Traubmann, del 'kibutz' de Megido
Nourit Peled es la cabeza más visible del pacifismo femenino israelí. Su hija de 14 años falleció por la explosión de una bomba que los radicales palestinos pusieron en Jerusalén en 1987

'A mi hija la mató también el Gobierno intransigente de Benjamin Netanyahu, que se negó a negociar la paz con los palestinos', asegura Nourit, mientras recuerda que los fundamentos de la lucha pacifista los aprendió de su padre, el general Mattiyahu Peled, ex gobernador de Gaza, ex parlamentario de Jerusalén, que dejó una brillante carrera militar después de haber hecho algo inconfesable: creer en un Estado palestino con Jerusalén como capital compartida y hablar en solitario y por su cuenta y riesgo con los líderes de la Organización para la Liberación de Palestina cuando éstos eran unos 'malditos' y comunicarse con ellos podía acarrear años de cárcel. Oslo aún no había nacido.

Pero Peled no es ella sola. Es la cabeza más visible del pacifismo femenino israelí, del que ha sido miembro fundadora. Estuvo al frente del movimiento de Mujeres de Negro, nacido en 1988, en medio del fragor de la primera Intifada, cuando la organización la constituían apenas una decena de mujeres, unas pocas pancartas y sus vestidos de luto. Este colectivo pacifista, cuyo único y permanente lema es la paz, ha crecido en los últimos años a través de todo el mundo de una manera extraordinaria. Hoy, las Mujeres de Negro están presentes en muchos países, defendiendo cada grupo su propio proyecto de paz. Su carácter espontáneo y anárquico hace imposible saber cuántas son, pero cada fin de semana -de viernes a domingo- se las puede ver reunidas en 1.200 puntos del mundo.

Nourit Peled, enemiga declarada del vedettismo político, recogió el premio Sajarov no sólo en nombre de Mujeres de Negro, sino de una plataforma mucho más amplia y ambiciosa -la Coalición de Mujeres para una Paz Justa-, en la que coinciden una docena de organizaciones pacifistas feministas de Israel con ramificaciones y contactos en el otro lado de Jerusalén, en la zona palestina. Es lo que en medios activistas se conoce con el nombre de Jerusalem-Link. Es el punto de encuentro donde mujeres israelíes y palestinas se dan la mano.

Esta constelación de organizaciones pacifistas israelíes empezó a coordinarse a raíz del estallido de la segunda Intifada, en septiembre de 2000, cuando las plataformas de entonces se vieron desbordadas por los acontecimientos. En la Coalición de Mujeres se encuentran hoy reunidas las antibelicistas de New Profile, que propugnan la no incorporación a filas o la negativa a cumplir su servicio militar en los territorios palestinos; las radicales de Taayus, que abrogan por la acción directa y solidaria y tratan de recolectar ayuda material para las ciudades autónomas sitiadas por las tropas de Israel; las más veteranas y luchadoras de Tandi, vinculadas al Partido Comunista, que hace ya medio siglo se habían comprometido con la lucha del pueblo palestino, o las de Bat Shalom -las Hijas para la Paz-, quienes en los ochenta tuvieron el coraje de establecer los primeros contactos con las mujeres palestinas, en Bruselas, gracias a la colaboración de parlamentarias europeas.

'La derecha nos odia porque traicionamos la imagen tradicional de la madre y de la mujer judía, sobre la que se cimenta la ideología sionista', afirma Lili Traubmann, 45 años, vecina del kibutz de Megido, desde el que alienta cada fin de semana la concentración de Mujeres de Negro en un cruce de carreteras cercano. Es un punto estratégico situado frente a los muros de la prisión en la que permanecen centenares de detenidos políticos palestinos, y a un tiro de piedra de Jenin, una de las ciudades autónomas más castigadas durante esta Intifada por las fuerzas del ejército israelí.

El 'síndrome de Oslo'

Todas estas mujeres coinciden en asegurar que corren malos tiempos para los movimientos pacifistas en Israel. Los grupos tradicionales promotores de la gran movida pacifista de la década de los noventa, como Paz Ahora, quedaron desactivados y desmovilizados años atrás, como consecuencia del síndrome de Oslo, cuando se dejaron engañar por el espejismo de una paz que creyeron que estaba ya al alcance de la mano. La trinchera del pacifismo ha quedado aparentemente desierta, en manos de los colectivos de mujeres, más desamparadas que nunca, sin aliados ni protección, mientras que sus aliados naturales, la izquierda laborista, navega sin rumbo fijo en una alianza contra natura con la derecha nacionalista Likud. 'Los momentos son malos. Habrá que desempolvar los viejos lemas revolucionarios: 'Basta de desesperanza'. Y volver a salir con más ilusión a la calle. No nos podemos rendir', reflexiona Traubmann en voz alta, con los ojos puestos en su cruce, Megido, en la confluencia de Israel con los territorios palestinos. El próximo viernes, vísperas de la fiesta religiosa del Sabath, estará allí. De pie. Con su pancarta contra Sharon, la ocupación de los territorios palestinos o los asesinatos selectivos. Ella también, siempre de negro.

Nourit Peled, ante la puerta de su casa de Jerusalén, tras recibir el Premio Sajarov de la paz por su militancia pacifista.
Nourit Peled, ante la puerta de su casa de Jerusalén, tras recibir el Premio Sajarov de la paz por su militancia pacifista.ARIEL JEROZOLIMSKI

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