Un Dios único y plural

En el prólogo a la edición castellana (1835) del Palabras de un creyente, de Lammenais, Larra asociaba religión con tolerancia y libertad de conciencia: 'El protestantismo hermanó la libertad con la religión. Aunque más tarde, ¿por qué no hemos de hacer lo propio con el catolicismo? Religión como únicamente puede existir: acompañada de tolerancia y de la libertad de conciencia, libertad civil, igualdad completa ante la ley'.

Sin embargo, la tolerancia no ha sido precisamente la virtud que ha caracterizado a las religiones. Su práctica habitual suele ser la intolerancia, que hoy adopta la forma extrema de fundamentalismo. Este fenómeno se estudia de manera interdisciplinar en El fundamentalismo en las grandes religiones, número 241 de la revista Concilium. En él se analizan las raíces psicológicas, sociológicas y teológicas de un fenómeno presentado como alienación, expresión patológica de desequilibrios profundos y experiencia de quiebra del universo. Su principal característica es el rechazo de la hermenéutica, del pluralismo y del relativismo.

El fundamentalismo es la expresión patológica de un desequilibrio y de una quiebra del universo

La significación del fundamentalismo en el mundo actual es analizada en La revancha de Dios. Cristianos, judíos y musulmanes a la reconquista del mundo (Anaya & Mario Muchnik), de Gilles Kepler. El autor, hace un estudio de la aparición, a partir de los 70 del siglo pasado, de influyentes movimientos en las tres religiones 'abrahámicas': el integrismo islámico, con su objetivo de islamizar la sociedad; los movimientos evangelistas en Estados Unidos, base de la 'revolución conservadora' de Reagan; el programa de recristianización de Europa de Juan Pablo II; los nuevos zelotes del movimiento Gush Emunim con su proyecto de rejudaización. Todos ellos coinciden en la descalificación global de la modernidad y en la recuperación del protagonismo de la religión en la sociedad.

Una primera línea de respuesta a los fundamentalismos es la propuesta de una ética mundial, desarrollada por Hans Küng en Proyecto de una ética mundial (Trotta) en torno a tres principios: a) no es posible la supervivencia de la humanidad sin una ética mundial; b) no hay paz en el mundo sin paz religiosa; c) no habrá paz religiosa sin diálogo entre las religiones.

El diálogo interreligioso e intercultural constituye precisamente la segunda línea de respuesta a los fundamentalismos. Dos obras mayores destacan en este campo: Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso (Sal Terrae), de Jacques Dupuis y Liberación, inculturación, diálogo religioso (Verbo Divino), de Aloysius Pieris. El primero es uno de los intentos mejor fundados para elaborar una teología ecuménica de las religiones que supere el viejo principio excluyente 'fuera de la Iglesia no hay salvación'. Reconoce el profetismo de Mahoma y el carácter inspirado de las escrituras sagradas de las religiones no cristianas. El segundo propone un nuevo paradigma de teología de las religiones y de diálogo interreligioso desde Asia, teniendo como interlocutores preferentes al budismo y al cristianismo desde la mediación del feminismo: 'Feminismo es el nombre que damos a la inacabable lucha por mantener viva la religiosidad cósmica en el seno de las grandes religiones'.