Oquedades seudobuñuelescas
No se sostiene, es endeble, roza el dislate esta apresurada, temeraria y con pinta de excesivamente autoindulgente, incursión de Carlos Saura en un espinoso territorio de fantasía biográfica de Luis Buñuel, un paisaje seudobuñuelesco interior en el que se ven involucrados los fantasmas, nunca mejor dicho, de Salvador Dalí y Federico García Lorca, que bordean la caricatura.
Una aventura fílmica de esta gravedad y ambición requiere esmero y tacto en cada imagen y en cada palabra. Pero las imágenes y, sobre todo, las palabras de Buñuel y la mesa del rey Salomón se parecen a un agolpamiento informe de ocurrencias no pasadas por ningún filtro crítico o, más exactamente, autocrítico. Están colocadas en el guión del frustrado y frustrante filme a la buena de Dios, una tras otra, sin nigún amago de construcción interior de personajes y sin la menor energía vertebradora de una fábula que acaba sostenida con pinzas por una batería de estampas, unas de intención surreal y otras de intención expresionista, que no alcanzan condición de paisaje interior, de escenario mental, o poético, o de algo que se sostenga y que sostenga al tinglado del viaje de estos tres seudopersonajes a través de no se sabe qué rutas de la imaginación de Buñuel que no conducen a niguna parte, salvo al vacío.
BUÑUEL Y LA MESA DEL REY SALOMON
Dirección y guión: Carlos Saura. Intérpretes: El Gran Wyoming, Ernesto Alterio, Pere Arquillué, Jean-Claude Carrière, Juan Luis Galiardo, Valeria Marini. España, 2001.
Babelia
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