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El F-35 socava la hegemonía de Boeing

La pérdida del contrato es un golpe moral y reduce su facturación, pero no amenaza su viabilidad

El botín fue para Lockheed Martin, el primer suministrador de equipamiento para las Fuerzas Armadas de EE UU, cuya existencia estaba en juego. Lockheed es un monocultivo para la aeronáutica castrense y la pérdida del futuro F-35 le hubiese sido letal.

Las dos compañías competían desde hace cinco años tras eliminar de la carrera a McDonnell Douglas, cuyo sino es revelador: ganar o desaparecer. Al quedar fuera de juego, fue adquirida en 1997 por Boeing con el objetivo de reforzar con sus cerebros una especialización, la de los aviones de combate, que se le ha resistido históricamente, pese al éxito del F-18 Hornet.

El F-35 estaba etiquetado por el Pentágono como el Cazabombardero Conjunto por ser el que ha de sustituir a toda la variada colección de cazas y aparatos de ataque que ahora manejan sus militares. Además de equipar al cuerpo de Marines, reforzará a la Navy y a la RAF británicas. Las especificaciones del Pentágono exigían que el nuevo avión sirviera a las necesidades bien distintas de los diferentes ejércitos. Tal simultaneidad de características permitió construir un avión con un 80% de plataforma común entre los distintos modelos, con el consiguiente ahorro por unidad, el objetivo buscado.

La pérdida del contrato supondrá que la facturación de Boeing el próximo año pase de 56.000 a 55.000 millones de dólares

Jerry Daniels, el presidente de la división militar de Boeing, dice que su candidatura perdió por 10-9. Lockheed se llevó el oro por lo innovador del sistema de despegue vertical del modelo que equipará a los marines, ante cuya originalidad y méritos técnicos se descubre la propia Boeing.

Teledirigidos

Perder el F-35 hubiese supuesto la desaparición de Lockheed, una vez cubiertos sus actuales compromisos y que Boeing quedara como único proveedor. Lockheed entregará las primeras unidades del F-35 en 2008, para que esté operativo en 2010, y seguirá fabricándolo durante 30 años. Varios países se han interesado ya por él, por lo que se estima que las 3.000 unidades de que ahora se habla acabarán siendo más de 6.000.

La derrota fue para Boeing un golpe moral y socava su credibilidad como fabricante de aviones de combate. En Corea del Sur compite con Dassault, el Eurofighter y un grupo ruso por un contrato para fabricar 40 aviones de combate y ha tenido que correr a Seúl para decir que sus capacidades tecnológicas siguen intactas.

El F-35 puede ser además el último avión de combate tripulado que se fabrique en EE UU. El Pentágono planea emplear en la segunda mitad del siglo aviones teledirigidos. Como reflejo de su filosofía de soñar futuros y abrir fronteras, el avión sin piloto es un concepto en el que Boeing tiene hoy una posición de liderazgo que subraya la diferencia que para ambos grupos tenía el contrato del F-35. Perderlo para Boeing es un contratiempo, para Lockheed era una cuestión vital. Lockheed ya perdió frente a Boeing un contrato de satélites espía que puede llegar a los 20.000 millones de dólares.

Boeing va a despedir a 30.000 trabajadores de aquí a final de año por la crisis de la aviación comercial tras los ataques del 11 de septiembre. En el aire quedan otros 3.000 puestos en Seattle y 5.000 en St. Louis, donde operaba McDonnell. Los analistas predicen que las divisiones de defensa y aeroespacial de Boeing sobrevivirán al fracaso del F-35. La pérdida de este contrato supondrá, según Condit, que la facturación del próximo año pase de 56.000 a 55.000 millones de dólares. El programa no empezará a producir en serio F-35 hasta finales de la década, para cuando se da por hecho que la aviación civil y Boeing estén de nuevo en plena forma. Para entonces la amenaza será Airbus.

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