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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Argentina: ¡estampida!

Joaquín Estefanía

JOHN WAYNE GRITA '¡Estampida!' cuando comienza la impetuosa huida del ganado en la memorable película Río Rojo, con la que se inicia la trilogía fluvial (Río Rojo, Río Bravo y Río Lobo) del director Howard Hawks. Garci la repuso en TVE el pasado lunes, el mismo día en que había suspendido su presencia en Madrid el ministro de Economía argentino, Domingo Cavallo. Mientras veía la película de vaqueros, fue imposible no unir esa ausencia al grito desesperado del héroe.

Durante varias jornadas se extendieron los continuos rumores de una suspensión de pagos argentina, pese a los permanentes desmentidos de Cavallo y del presidente del país, Fernando de la Rúa. Apenas nadie concedió credibilidad a esos desmentidos; desde luego, no los mercados, ni los capitales domiciliados en los bancos del país latinoamericano que salen a chorros, como en una estampida.

De la Rúa se encuentra con tres problemas: el más urgente, que no puede pagar la deuda externa; el más dramático, la larguísima recesión, y el más profundo, la desconfianza de los ciudadanos en su clase política

Argentina sufre tres problemas por encima de los demás. El más urgente, de solvencia: no puede atender a los pagos de corto plazo de una gigantesca deuda externa de más de 132.000 millones de dólares. Ni siquiera sobreprimando -¡con más de 20 puntos!- los créditos que demanda (Argentina tiene en estos momentos el mayor riesgo país del mundo, por encima de Nigeria o Ecuador), consigue financiación. El más dramático, la recesión, que dura ya casi cuatro años. Por ella es casi imposible imponer la ley de déficit cero o mayores sacrificios a las administraciones provinciales o a los ciudadanos. El cinturón no tiene más agujeros que ajustar.

Y el que ahorma los dos anteriores: una crisis política brutal, que arrastra al conjunto de la clase dirigente. El Gobierno acaba de perder unas elecciones en las que la oposición peronista y una parte de sus propias filas radicales han hecho campaña en contra de la política económica de Cavallo. No existe la legitimidad suficiente por parte de nadie para imponer las reformas y los sacrificios que se requieren. Sencillamente, los argentinos no se lo creen. Las posibilidades de un Gobierno de unidad nacional son mínimas.

¿Qué salidas existen para salir de esta espantosa coyuntura? Todas pasan por una combinación de las siguientes acciones: suspensión de pagos del país (impago de la deuda: la ruina); devaluación de la moneda, que se mantiene en la paridad de un peso igual a un dólar americano (reaparece el fantasma de la hiperinflación, lo que más temen los ciudadanos); dolarización de la economía (Argentina no tendría oferta monetaria propia; significa la renuncia de un país a su propia moneda en favor de la divisa de EE UU, con la intención de estabilizar la economía. Los precedentes más cercanos son los de Panamá, Ecuador o El Salvador). Ya Carlos Menem, antes de dejar la presidencia, propuso dar el salto desde la convertibilidad fija hasta la dolarización plena. Por último, ganar tiempo, que es la apuesta desesperada del dúo Cavallo-De la Rúa; se trata de conseguir una reestructuración del pago de la deuda y la aportación de nuevos fondos de los organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, etcétera. La contrapartida sería ese octavo plan de ajuste que se ha esperado desde hace bastantes jornadas.

Una suspensión de pagos sería de una gravedad extrema. El antecedente más cercano sería el de México en 1982; pero en aquel momento, ni la economía mundial estaba tan globalizada (lo que significa que la capacidad de contagio hacia Brasil en primer lugar y luego hacia el resto de la zona es ahora mucho mayor y más rápida) ni el mundo estaba sumido en un estancamiento tan general como el que sufrimos. Rodrigo Rato contaba el pasado martes una anécdota dentro de la excelente conferencia sobre el futuro de Europa que dio en la Fundación Alternativas: un colega del G-7 le había comentado: 'Fíjate cómo han cambiado las cosas desde el 11 de septiembre que en Washington se dice que los únicos sitios en que van bien las cosas son China y Rusia...'.

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