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LA COLUMNA | NACIONAL
Columna
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Patria no hay más que una

'A NADIE SE LE PUEDE obligar a aceptar patrias impuestas', ha dicho Juan José Ibarretxe en el pleno del Parlamento vasco dedicado al autogobierno. Y añadió: 'En nuestra propia comunidad hay ciudadanos y ciudadanas que consideran que su patria es Euskadi y otros que legítimamente consideran a España como su única patria'. Identificados así, unos como vascos, otros como españoles, el lehendakari reclama para aquella parte de la sociedad vasca que reconoce en Euskadi su única patria la calidad de sujeto de derechos políticos como nación diferenciada en el marco de un Estado formado por cuatro naciones: Euskadi, Galicia, Cataluña y España.

Este reiterado tropo que toma a una parte de la sociedad por el todo de la nación sirve al lehendakari para desviar su mirada del conjunto de la sociedad vasca y fijarla en la relación entre la nación Euskadi y el Estado español. Antes, cuando de lo que se trataba era de construir un marco institucional en el que todos los ciudadanos del País Vasco pudieran sentirse cómodos, la cuestión fundamental consistía en alcanzar el mayor grado de autonomía posible. Por eso, el Estatuto fue recibido entre plácemes y aclamaciones: la sociedad vasca, plural, había dado con un lugar de encuentro que concitó el apoyo de la gran mayoría, nacionalista o no. Ahora, sin embargo, como lo que importa no es el marco de convivencia entre vascos, el Estatuto ya no sirve y en su lugar se exige un Pacto, cuyos sujetos no son todos los ciudadanos del País Vasco sino una de sus partes previamente confundida con la Nación y el Estado español.

De ahí que el lehendakari se haya olvidado en su discurso de la otra parte de ciudadanos del País Vasco a la que asigna gratuitamente la adscripción a una sola patria, España. No ya que no tienda la mano a la oposición para encontrar entre todos un nuevo marco de convivencia, otro Estatuto. La oposición y sus votantes no existen en el discurso del lehendakari. Es lógico, entonces, que tampoco exista ETA. De hecho, el lehendakari construye su discurso ignorando o invitando a ignorar la presencia de ETA y olvidando que un importante sector de la sociedad vasca, por la simple culpa de seguir siendo vasca cuando según los nacionalistas su única patria es la española, sufre una gravísima merma de sus derechos cívicos y es objeto de ataques terroristas en sus bienes y personas.

Del Estatuto de Autonomía como lugar de encuentro entre vascos al Pacto de la Nación vasca con el Estado español: tal es la sustancia del proyecto presentado por el lehendakari. La urgencia de esta suplantación no tiene nada que ver con el hecho de que el Estatuto se cumpla o se deje de cumplir. Que las denuncias por su presunto incumplimiento no son más que una argucia lo pone de manifiesto el mismo lehendakari cuando reconoce dos cosas: la primera, que gracias al Estatuto goza hoy Euskadi de un extraordinario grado de bienestar; la segunda, que el día después de su pleno cumplimiento hay que liquidarlo porque ya no servirá para nada. El Estatuto ha sido un éxito pero no reconoce el derecho de autodeterminación de aquella parte de la sociedad vasca que hoy se erige como patria única de los vascos: es esta carencia la que lo condena al desván de los trastos viejos.

¿Para poner en su lugar qué? Sin duda, un Estado de la Nación Vasca. Por supuesto, el lehendakari no lo dice, pero todo su discurso, al dividir a los ciudadanos en vascos y españoles, camina en esa dirección. La retórica de la nación única, de la identidad excluyente, es el falaz argumento que esgrime para exigir a la vez el cumplimiento íntegro del Estatuto y su perentoria liquidación. Si reconociera y aceptara para Euskadi el carácter plurinacional, o de identidades cruzadas, que predica para el Estado, otro gallo nos cantara. Pero al afirmar que patria no hay más que una, el lehendakari borra de su campo de visión a los ciudadanos vascos no nacionalistas y desplaza lo que debería resolverse en el interior de la sociedad a un pacto entre la Nación vasca y el Estado español. Mientras llega el momento de firmarlo, que una mitad de ciudadanos vascos sufra el acoso del terror trae al lehendakari literalmente al pairo, porque en realidad, sabe usted, no son vascos, son españoles.

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