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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ninguna guerra es nuestra guerra

Resulta ridícula la insistencia con la que desde el poder se nos intenta adoctrinar en el credo belicista. Comprobamos una vez más aquello de que la primera víctima de la guerra es la verdad, como ilustran las declaraciones del teniente coronel de la División de Inteligencia Enrique Polanco, el 21 de octubre en este diario, acerca de los bombardeos sobre Afganistán.

Con la excusa de combatir el terrorismo se practica un terrorismo aún mayor, despreciando la vida de personas, bombardeando ciudades, aldeas, almacenes de alimentos, hospitales o asilos de ancianos. No existen las guerras quirúrgicas. ¿Acaso la utilización de bombas de racimo y de fragmentación, de gran poder destructivo, no causan un gran número de víctimas y la devastación de viviendas e infraestructuras civiles?

En la prosa macabra del teniente Polanco, cada una de estas bombas que 'falla' es como un televisor defectuoso, con la única diferencia de que no se puede devolver a la tienda. Una comparación audaz, teniendo en cuenta las decenas de muertos que causa cada uno de esos 'errores'. En lenguaje militar, son simples daños colaterales. Una expresión que refleja un profundo desprecio por los derechos humanos de las víctimas. ¿Existe alguna razón para que sean menos detestables los muertos afganos por los bombardeos que los de los neoyorquinos por los atentados del 11 de septiembre?

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El teniente Polanco tiene razón en una cosa: 'Sólo se puede juzgar el militarismo o el pacifismo de un país cuando tiene que ponerse en el candelero'. En momentos como éste es cuando se muestra sin tapujos que los ejércitos tienen una única y mortífera misión: hacer la guerra, imponer mediante la fuerza y la destrucción los intereses de las élites económicas, políticas y militares de las potencias que gobiernan el mundo. Desde el 89, numerosos pacifistas se han puesto en el candelero apostando por la insumisión, lo que ha supuesto penas de prisión y de inhabilitación para muchos. Afortunadamente, ellos y mucha otra gente ya han juzgado: no creen en la 'paz' que dicen propugnar los Estados y los militares, optan por construir radicalmente la paz, una paz basada en la justicia y en las relaciones equitativas entre los pueblos y las personas.

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