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Columna
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Reflejos

No es la primera vez, y por lo que se ve tampoco será la última, que el PP rompe el pacto anti-GIL. Ahora ha tocado el turno en Estepona. Atrás queda el apretón de manos que el PP dio al PSOE, IU y PA, como fórmula de compromiso para evitar el gobierno de un grupo, en el que los intereses de la sociedad se confundían con los propios. El pacto ya no interesa al PP. Los tránsfugas del GIL son sus nuevos afiliados. Mañana formarán el equipo municipal. Confiemos que la acción de gobierno, por parte de estos políticos, no quede contaminada por actuaciones similares a las de un GIL, que les llamó a su política y acudieron. El pacto, el compromiso o el apretón de manos, está roto.

Sin embargo, y también por lo que se ve, no parece que, ni la política giliana ni la ruptura de pactos, sean nada que deba sorprendernos. Es un reflejo más de la forma de ejercer por algunos en política y, aunque no es exclusiva de un grupo determinado, sí es más frecuente en el PP. No hay más que mirar a Madrid para comprender que, lo sucedido en Estepona, es más de lo que ocurre a nivel nacional.

Así, no hace ni dos ratos que el vicepresidente del Gobierno, vulnerando la confidencialidad de las negociaciones y haciendo un uso personal de su contenido, acusó al PSOE de chantajista. Fue con motivo de los acuerdos alcanzados para la renovación de cargos institucionales. Esta acusación hizo que el PSOE decidiera su suspensión hasta recibir una disculpa. Ha bastado una pequeña disculpa para que el PSOE cumpliera lo acordado. La renovación ha tenido lugar esta semana. Pues bien, ha sido llevarse a cabo y no ha pasado ni un rato para que el mismo vicepresidente vuelva a las andadas.

Esta falta de escrupulosidad, que hace que se ignoren los compromisos alcanzados, encuentra su reflejo en Estepona.

Tal vez por esta razón, y alguna más, pudiera ser conveniente que los políticos den explicaciones sobre sus actividades económicas privadas, o la de su familia más cercana, cuando aquéllas se dan de morros con las públicas, sin que valga escudarse en una palabra que no se respeta de hoy a mañana. Tampoco es mal momento para pensar si los pactos, con este tipo de adversarios, sirven para hacer política en favor de la sociedad.

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